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Fin de trayecto

Fin de trayecto

Actualizado 16/12/2014 10:11

Nos preguntamos: ¿nos sirve de algo esta constitución que permite que se nos quite lo que nuestros padres conquistaron?

Apagados los ecos que suscita, como cada 6 de diciembre, la celebración del día de la Constitución, este año ha quedado más patente que nunca el sentimiento de que la Constitución española de 1978 está muy gastada.

Redactada en su día bajo la amenazante presión de los rescoldos calientes del franquismo, el pueblo la votó mayoritariamente. Aquella sociedad, tan diferente de la actual, aprobaba por amplísima mayoría, un instrumento con el que lograr progreso económico, político y social. Es probable que ese fuera el único documento posible, pero quienes la votaron vieron abrirse ante ellos un espectacular horizonte de derechos y libertades. Y es evidente que en lo inmediato, respondía a sus expectativas: los españoles de entonces mejoraban (a paso de tortuga) su nivel de vida, los presos políticos salían de las cárceles, los exiliados regresaban, se volvían a reconocer las nacionalidades históricas, los partidos políticos se legalizaban y al pueblo se le convocaba para que eligiese a sus gobernantes, se conseguían derechos sociales, etc

Treinta y seis años después el camino que recorremos es el inverso: se eliminan derechos sociales (la pasada semana se aprobó la ley mordaza que nos retrotrae al régimen franquista), las elecciones cada vez importan menos porque gobierna el capital, se recortan derechos laborales, con la ley de estabilidad presupuestaria se reduce prácticamente a la nada a los gobiernos autonómicos, los españoles volvemos al exilio (esta vez económico) y en general, el nivel de vida del español medio retrocede a pasos agigantados. Y nos preguntamos: ¿nos sirve de algo esta constitución que permite que se nos quite lo que nuestros padres conquistaron?

Tengo claro que no estaba en la voluntad de nuestros padres votar un texto que condenara a la pobreza a sus hijos. Ellos votaron pensando en el aquí y ahora, en solucionar el problema que tenían. Por esa razón tenemos que exigir y luchar para modificar una constitución anacrónica que no permite poner soluciones a los problemas actuales: monarquía o república, derecho a la autodeterminación, garantizar los servicios básicos, blindar las libertades públicas, etc.

No deja de ser curioso que los hijos políticos de los que en el 78 se oponían con virulencia a la constitución, sean los únicos que la defienden tal cual está. Y tampoco hemos de perder de vista cuan poco o nada hemos avanzado en los últimos 40 años, tan poco que quien preside el Congreso de los Diputados en un hijo del franquismo en el más amplio sentido de la palabra.

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