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Luchamos contra la pobreza ¿te apuntas?

Luchamos contra la pobreza ¿te apuntas?

Actualizado 08/02/2015 13:42
Gerardo Melgar

Todo esto debe llevarnos al compromiso de renunciar a algunos de nuestros derechos para poner nuestros bienes al servicio de los demás.

Manos Unidas, en su campaña anual contra el hambre en el mundo que celebramos hoy, Domingo 8 de febrero, nos interpela y nos hace una invitación clara a luchar contra la pobreza en el mundo bajo el lema: "Luchamos contra la pobreza ¿te apuntas?". Al pensar en pobres y pobreza nuestra mente y nuestro corazón se acuerdan de esos hermanos nuestros que carecen de los medios materiales imprescindibles para poder llevar una vida digna; se trata de la miseria material.

Es verdad que también a estos pobres se refiere el lema de la campaña aunque no exclusivamente pues hace referencia a otras clases de miseria, que no tenemos que olvidar y contra las que se nos invita a luchar. El Papa Francisco, en el mensaje de la Cuaresma de 2014, hablaba de estas otras miserias: la miseria moral (que lleva a las personas a caer en determinadas esclavitudes que acaban por hacer perder la esperanza y el sentido de la vida), la miseria espiritual (que se produce cuando nos alejamos de Dios y nos consideramos autosuficientes), la miseria en las relaciones (por la carencia de sólidos fundamentos familiares y comunitarios que dan, como frutos más inmediatos, la soledad y la marginación). Este tipo de miserias son realidad en nuestro mundo actual; todas ellas deben ser objeto de nuestro esfuerzo y de nuestro compromiso para su erradicación.

Hacia estos excluidos debemos dirigir nuestra atención y compromiso; en ellos debemos centrar especialmente nuestra mirada: los que están solos (niños de la calle, los sin techo, los refugiados, los emigrantes o los enfermos); los que son víctimas de la trata de personas; las mujeres que sufren situaciones de maltrato, exclusión y violencia; las víctimas de la guerra o de persecuciones raciales, culturales y religiosas. Nuestros esfuerzos se deben orientar a encontrar la manera de que en el mundo cesen las violaciones de la dignidad humana, las discriminaciones y abusos, que en tantos casos son el origen de la miseria humana, del hambre y de todas las demás. En esta tarea no sirven sólo los mensajes; es necesario que los mensajes vayan acompañados por sencillos gestos que los confirmen. Ésta es tarea de todos pero especialmente de los cristianos: no sólo hablar sino, sobre todo, vivir en fraternidad.

El Papa Francisco habla frecuentemente de la necesidad de solidaridad en el mundo actual. La solidaridad es un compromiso de "atención amante" que nos lleva a preocuparnos por los pobres y a buscar su propio bien. Es crear una nueva mentalidad que nos lleva a "pensar en plural". No es primeramente un afecto por los problemas del otro sino una decisión de devolver al pobre lo que en justicia le pertenece; no olvidemos que la desigualdad de que unos pocos poseamos todo y otros no tengan lo más necesario para vivir ha sido fruto de la injusticia en virtud de la cual nos hemos apropiado de lo que les pertenece a ellos.

Todo esto debe llevarnos al compromiso de renunciar a algunos de nuestros derechos para poner nuestros bienes al servicio de los demás. ¿Cómo lograr esto? Con dos actitudes fundamentales como creyentes:

1. La conversión en relación a los pobres: preocupándonos por ellos; siendo sensibles a sus necesidades materiales, morales y espirituales; aprendiendo a estar con los pobres, mirándoles a los ojos, escuchándoles, porque ellos son para nosotros la ocasión concreta de encontrar al mismo Cristo, de tocar su carne que sufre, porque Él se identifica con cada uno de ellos ya que lo que hagamos con cada uno de ellos es con Cristo con quien lo hacemos (cfr. Mt 25, 40).

2. Tomar conciencia de que Cristo nos dice a todos (especialmente a sus seguidores) "dadles vosotros de comer" (Lc 9, 12). Ojala todos y cada uno de nosotros, seguidores de Cristo, nos sintamos llamados a esta conversión y a poner en marcha todos los mecanismos sociales cotidianos para erradicar la miseria logrando que los pobres tengan prosperidad sin exceptuar bien alguno, un decoroso sustento, una digna educación, salud y trabajo.

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