Necesitamos comunidades que aprecien y valoren la tarea de los sacerdotes frente a un ambiente anticlerical; comunidades que, con su actitud, ayuden a los jóvenes a valorar lo sublime e importante de la misión del presbítero; comunidades que les estimulen a entregarse al Señor por entero; comunidades cristianas que ayuden a descubrir a los jóvenes que ser sacerdote merece la pena.
Jesús es el mejor de los pedagogos que podemos imaginar; sabía perfectamente qué imágenes podía entender mejor el pueblo que le escuchaba para recibir el mensaje que les dirigía. Los judíos eran un pueblo de pastores, un pueblo trashumante. La imagen del pastor y el rebaño era una imagen usada mucho en el Antiguo Testamento para hablar de Dios; así, se dice de Dios que es el Buen Pastor, un Buen Pastor que ha escuchado a su pueblo y lo ha conducido a buenos pastos, que lleva en brazos a su pueblo lo mismo que el pastor lleva en brazos a los corderos (cfr. Is 40, 11). El pueblo rezaba a Dios en estos términos: "El Señor es mi pastor nada me falta; me lleva a verdes praderas, hacia fuentes tranquilas, repara mis fuerzas" (Sal 23, 1-2)
Jesucristo, siguiendo esta tradición bíblica, se presenta como el Buen Pastor. Jesús es el Buen Pastor (Jn 10, 11) y la humanidad es su rebaño. La misión del pastor es llevar a las ovejas a buenos pastos; la misión de Cristo es llevar a los hombres a la salvación. El pastor da la vida por sus ovejas (Jn 10, 11); Jesús da la vida por la humanidad. Para conseguir la salvación lograda por Cristo, las ovejas han de vivir llevando el estilo de vida que Jesús marca porque Él es la puerta de la salvación, Él va delante enseñando el camino para llegar a los pastos de la salvación. Las ovejas conocen su voz y la siguen.
Jesús es el Buen Pastor que ha venido a este mundo con un encargo y una misión recibidos del Padre: ofrecer a los hombres la salvación. Esta misión la ha cumplido hasta el final, ha entregado su vida, ha derramado hasta la última gota de su Sangre para que nosotros, sus ovejas, tengamos vida y la tengamos abundante. Él ha culminado su misión en este mundo y confía la misma misión a otros: ser pastores de su rebaño que ayuden a la humanidad a alcanzar el Cielo. Los sacerdotes son los pastores a los que Cristo ha confiado esa misión de guiar a los hombres y mujeres hacia las verdes praderas de su Reino y de la salvación; ellos, lo mismo que Él, no abandonan las ovejas, como los pastores asalariados, sino que han de dar la vida por el rebaño. Ellos, para poder cumplir mejor su preciosa misión, deben dejar padre y madre, renunciar a formar una familia, tener una total disponibilidad, señalar el camino de los verdes pastos de la salvación, ir delante de las ovejas como el pastor va delante del rebaño, siendo verdaderos testigos de Cristo.
Hoy vivimos tiempos de sequía vocacional, de respuesta a la llamada de Dios. Hoy, como siempre, es necesario que haya jóvenes que escuchen la voz de Dios; jóvenes que estén atentos a la palabra de Cristo, Buen Pastor, que les llama y les encomienda su misma misión. ¡Dios sigue llamando al sacerdocio y a la vida consagrada hoy a través de distintos medios y a través de distintas personas! Sí, llama a través de las familias cristianas que son el lugar propio en el que han de germinar las vocaciones sacerdotales y de especial consagración; llama a través de sacerdotes ejemplares que animan a otros a vivir lo mismo que ellos viven, sin complejos, con convicción; llama a través de las comunidades cristianas que necesitan de buenos pastores que les ayuden a encontrar el camino de Dios y de la salvación. Sí, hermanos, necesitamos comunidades que aprecien y valoren la tarea de los sacerdotes frente a un ambiente anticlerical; comunidades que, con su actitud, ayuden a los jóvenes a valorar lo sublime e importante de la misión del presbítero; comunidades que les estimulen a entregarse al Señor por entero; comunidades cristianas que ayuden a descubrir a los jóvenes que ser sacerdote merece la pena.
Es necesario que este Domingo, Domingo del Buen Pastor y Jornada mundial de oración por las vocaciones, pidamos al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies; oremos para que las familias sean generosas a la hora de animar a sus hijos por este camino y para que los jóvenes sean generosos para escuchar la llamada de Dios y seguirla.