El cine Rex

El pasado sábado quedé por la tarde con los amigos en la puerta del extinto cine Rex de la capital para salir desde allí hacia el monte Valonsadero para celebrar el Lavalenguas. Allí, esperando al resto de la gente, no pude sino mirar a través de los cada día más oscuros cristales ?fruto del paso del tiempo y del abandono como es lógico? y recordar los años dorados de esa magnífica catedral del séptimo arte y que durante décadas tanto nos hizo disfrutar a los sorianos.

En mi observación, pude distinguir claramente la última fila de las butacas de esa gran sala. Unas butacas que como todo el mundo recordará, eran de color rojo. Por mi mente en ese momento comenzaron a pasar muchísimos recuerdos vividos allí: los grandes escudos que adornaban las paredes, el acomodador linterna de pila de petaca en mano y que más de una vez tenía que entrar empezada la película no sólo a acomodar a los tardíos sino a poner orden entre el griterío que a veces se organizaba, los baños en la planta del sótano con esa escalera casi mortal, las siluetas que dibujábamos en la gran pantalla pasando las manos por la luz de la proyección al acabar la película o el primer puesto de golosinas a los pies de la escalera que daba al gallinero y donde por cierto se hacían tremendas colas porque todos queríamos subir allí aunque el señor encargado nos decía que hasta que no se llenara lo de abajo no se abría.

La llegada de mi amiga Cristina al punto de encuentro paró el 'flashback' en mi mente. Mientras esperábamos al resto de la gente y señalándole la pequeña taquilla donde recuerdo el antiguo cartelito de 450 pesetas ?qué tiempos aquellos?, le dije sobre los recuerdos que me traía esa taquilla ahora tan silenciosa, y ella, me preguntó si recordaba cómo en los estrenos de Disney, la cola para sacar la entrada daba la vuelta al edificio por la calle Fueros.

Sin duda alguna creo poder asegurar que el emblemático cine Rex ha marcado a todos y cada uno de los sorianos aficionados al cine. Allí se vieron y vimos estrenos tan taquilleros como 'La historia interminable', 'Indiana Jones y la última cruzada', 'Drácula', de Coppola, o más recientemente 'Titanic', que tanto tuvieron que alargar para satisfacer a todos.

La situación ha hecho que la capital se haya quedado sin sus salas de cine, pero el recuerdo, en cambio, es algo que nadie nos podrá quitar nunca. Si la película Casablanca pasará a la historia por su frase "siempre tendremos París" (que no "siempre nos quedará París"), a nosotros, también nos quedará siempre el grato recuerdo de esa máquina de sueños que es el cine y que el Rex nos ofrecía. Pese a todo, no voy a negar que cada vez que paso por la avenida de Navarra, el ojo se me va hacia el desparecido y mítico cine soriano y que un cúmulo de sentimientos invade mi mente. Qué le vamos a hacer, pura nostalgia sí, aunque estoy convencido de que no soy el único.