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Peregrinar hacia la misericordia

Peregrinar hacia la misericordia

Actualizado 06/09/2015 14:15
Gerardo Melgar

El sacramento de la reconciliación debe ocupar un puesto central ya que a través del mismo experimentamos en nuestra propia carne la grandeza de la misericordia de Dios y la fuente de la verdadera paz interior.

Queridos, en estos primeros días del mes de septiembre y según vamos avanzando en el camino de preparación para el Año Santo de la misericordia, recordar algunos momentos o acontecimientos que deben ser expresión de la misericordia de Dios.

Un momento importante de esta peregrinación hacia la penitencia es la iniciativa '24 horas para el Señor' que ya hemos celebrado en años anteriores y que en este Año Santo se celebrará en las Diócesis el viernes y sábado que anteceden al IV domingo de Cuaresma. En estos dos días, el sacramento de la reconciliación debe ocupar un puesto central ya que a través del mismo experimentamos en nuestra propia carne la grandeza de la misericordia de Dios y la fuente de la verdadera paz interior.

Hermanos sacerdotes: los confesoresdebemos ser signo de la misericordia del Padre. Somos confesores auténticos cuando nosotros mismos nos convertimos en penitentes en busca de perdón. Los confesores participamos de la misma misión de Jesus y somos signo concreto de la continuidad del amor divino que perdona y salva. Por eso, por la acción del Espíritu Santo, somos responsables del perdón de los pecados; no somos los dueños del sacramento sino sus servidores y servidores del perdón de Dios. De ahí que debamos acoger a los pecadores como el Padre de la parábola del hijo prodigo: corriendo a su encuentro, abrazándolos y manifestando la alegría de su vuelta, sin hacer preguntas impertinentes sino que, interrumpiendo el discurso preparado del hijo de la parábola, seamos capaces de ver en el corazón de cada penitente la invocación de ayuda y la súplica de perdón.

En la Cuaresma habrá otro acontecimiento importante: la presencia de los misioneros de la misericordia. Todos los presbíteros en este Año Santo gozaremos de autoridad para perdonar los pecados incluso los reservados a la Santa Sede para que sea evidente la amplitud de su mandato. Estos misioneros serán signo de cómo el Padre acoge a cuantos buscan el perdón; serán misioneros de la misericordia. Todos, por tanto, sin excluir a nadie, son llamados a percibir la llamada de la misericordia. Todos los pastores debemos ser solícitos para motivar a los fieles, especialmente durante la Cuaresma, a acercarse al 'Trono de la gracia, a fin de obtener misericordia y alcanzar gracia'(Hb 4, 16).

La palabra del perdón debe llegar a todos y la llamada a experimentar la misericordia no debe dejar a nadie indiferente. Y es que la invitación a la conversión se dirige con mayor insistencia a aquellas personas que se encuentran lejanas de la gracia de Dios debido a su conducta de vida: a los hombres y mujeres que pertenecen a algún grupo criminal,a quienes se les pide un cambio de vida en nombre del Hijo de Dios que, si bien combate el pecado, nunca rechaza a ningún pecador; a no caer en la trampa de pensar que la vida depende del dinero y que, ante él, todo el resto se vuelve carente de valor y dignidad: combatamos la violencia usada para amasar fortunas que escurren sangre y no convierten a nadie en poderoso e inmortal. ¡Para todos, tarde o temprano, llegará el Juicio de Dios del cual ninguno puede escapar!

Esta misma llamada debe llegar a todas las personas promotores y cómplices de corrupción.Esta llaga putrefacta de la sociedad es un grave pecado que clama al cielo pues mina desde los fundamentos la vida personal y social, impide mirar al futuro con esperanza porque destruye los proyectos de los débiles y oprime a los más pobres.

Éste es el tiempo oportuno para cambiar de vida. Es el tiempo para dejarse tocar el corazón.

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