Quizá esto de las setas aún lo vemos como algo banal que está muy bueno en el plato, pero que no tiene mayor importancia en el campo. Pues sí la tiene, y mucha.
La temporada de recogida de setas en los montes de nuestra tierra soriana ha venido acompañada un año más -como el turrón con las navidades? con esos depredadores de lo ajeno que arrasan la tierra que pisan emulando al caballo de Atila.
No parece haber temporada de setas sin los ya conocidos personajes que de forma organizada se adentran en los bosques sorianos para profanar sin rubor alguno lo que otros durante siglos han cuidado como oro en paño porque significaba no sólo su medio de vida, sino su legado patrimonial natural para las presentes y futuras generaciones.
Poseemos un patrimonio natural que entre todos debemos cuidar y respetar. Creo que nosotros lo sabemos. Que lo tenemos claro, vamos. Pero al parecer, los depredadores forasteros todo esto se lo pasan literalmente por su correspondiente arco del triunfo.
Desde hace muchos años poseo licencia de armas y seguro de caza. Conozco la legislación sobre esta afición y conozco también el dinero que mueve así como la gente que atrae desde provincias como País Vasco, Navarra o Madrid entre otras. Créanme que en esto de la caza, a quien se le 'pilla' en práctica furtiva se le cae literalmente el pelo. Y ello, gracias a que la legislación en esta materia -sea quizás porque hay armas de fuego de por medio-, es escrupulosa y radicalmente firme para quien la cumple. Quizás haya quien vea en la comparación un abismo de caracteres, pero al final, se mire por donde se mire, hay patrones exactos, y el de una legislación firme y contundente para evitar el latrocinio micológico de bandas mafiosas al que asistimos año tras año, creo que sería un buen inicio para solucionar esto.
Oí hace unas semanas a una alcaldesa de uno de los pueblos afectados -Vinuesa para más señas? decir que a nadie se le ocurriría ir en época de vendimia a robar las uvas que con tanto mimo crecen en nuestra Ribera; tampoco añadiría yo, a robar el trigo al campo de Gómara en pleno estío. Y llevaba razón la mujer, pero quizás aquí, es que esto de las setas aún lo vemos como algo banal que está muy bueno en el plato, pero que no tiene mayor importancia en el campo. Pues sí la tiene, y mucha, porque creo firmemente que bien sean las setas, bien la madera o bien la resina tan emergente ahora tras años en hibernación, son el inicio de un motor de desarrollo para reinventar el desarrollo de una provincia como la nuestra y que aún tiene muchas oportunidades potenciales por explorar, para después descubrir y acto seguido explotar.
Como en todo, tenemos que empezar por valorarlo y cuidarlo. Y acto seguido, y no menos importante, por empezar a creérnoslo.