Este año, los barroseros cumplen su tercera edición en el rito. Al bovino, se le han cambiado los cuernos en el afán de ir renovando parte del escaso margen que la tradición deja en el martes de carnaval. Los actos concluirán por la noche, y en la verbena musical.
En una mañana de Martes de Carnaval con lluvia y viento, los barroseros han salido por las calles de Abejar, siendo recibidos con entusiasmo en los domicilios, para saludar a los vecinos y recoger las viandas.
En esta edición, la falta de quintos se ha podido solucionar por la buena disposición de Diego Altelarrea Torre y Alvaro Lapresta Romero, quienes se han vuelto a meter en el papel de barroseros para continuar la tradición. Los dos han desempeñado esta tarea en dos ocasiones anteriores.
"Este año hemos cambiado los cuernos a La Barrosa", dice Álvaro, mientras Alfredo lo toca con su mano, "es un poco menos negro, pero parece más nuevo". Tanto la indumentaria como la agenda de la jornada dejan margen para pocos cambios.
El tiempo es el que varía con años de sol intenso como el pasado, otros de lluvia y viento como el presente, "aunque es mejor la nieve que la lluvia", según reconocen los barroseros, a quienes las fuertes rachas de viento dificultaban, pero no impedían, el programado recorrido.
Pasadas las diez de la noche y al primer del primer pase del baile, los jóvenes entrarán en el salón municipal y darán tres vueltas dejando sonar el cencerro del bovino, y con ánimo de continuar, y al salir, y con disparos al aire, se simboliza la muerte de la barrosa, y los barroseros, alzados por los mozos yacen en un tapial, con el que se dan varias vueltas por el espacio entre la emoción y los aplausos del público.
Al final, los barroseros bailan el pasodoble con sus madres y se bebe vino, como símbolo de la sangre de La Barrosa. Posteriormente, tiene lugar la cena de los mozos, y la verbena musical con los coloridos disfraces.