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Campaña contra el hambre de Manos Unidas

Campaña contra el hambre de Manos Unidas

Actualizado 14/02/2016 11:45
Gerardo Melgar

La globalización no ha caminado por la vía de una mayor justicia social sino que ha seguido prevaleciendo la indiferencia, la exclusión social y el desinterés por los excluidos y vulnerables

'Plántale cara al hambre. Siembra' es el lema con el que este año Manos Unidas quiere concienciarnos de la necesidad de seguir luchando para que todas las personas vivan dignamente. Sigue siendo un verdadero escándalo que resuena como un clamor en todos los rincones del universo que, en pleno S. XXI, todavía haya 805 millones de personas que pasan hambre; mucho más cuando el mundo tiene capacidad para producir alimentos hasta el derroche. Por eso, Manos Unidas lanza a toda la humanidad una llamada clara: pongamos cada uno lo que podamos para hacer y declarar la guerra al hambre porque tenemos que convencernos que la victoria es posible y que un día, con la solidaridad y la colaboración de todos, el hambre será un mal recuerdo del pasado.

En los últimos años Manos unidas, siguiendo la iniciativa de los objetivos de desarrollo del milenio, ha hecho hincapié en sus campañas apoyando derechos fundamentales principalmente en los pueblos del Sur. En el mundo han crecido las posibilidades para que todas las personas puedan vivir dignamente; sin embargo, la globalización no ha caminado por la vía de una mayor justicia social sino que ha seguido prevaleciendo la indiferencia, la exclusión social y el desinterés por los excluidos y vulnerables. Los cristianos nos sentimos especialmente animados y urgidos por nuestra condición de seguidores de Jesús a esta transformación del mundo; no olvidemos que Cristo se compadecía de las multitudes porque no tenían para comer (cfr. Mt 8, 2). La llamada que el Papa Francisco hace a toda la cristiandad con motivo del Jubileo de la misericordia es a poner en práctica las obras de misericordia, materiales y espirituales, como medio para despertar nuestra conciencia aletargada ante el drama de la pobreza y del hambre. Igualmente, los Obispos españoles en el documento "La Iglesia, servidora de los pobres" hemos urgido a todos los cristianos, a todas las comunidades y fieles, a "mostrarnos solidarios con los necesitados y a perseverar en la tarea ya emprendida de ayudarles y acompañarles" (n. 1)

Para transformar este mundo desde la solidaridad es necesario sembrar y llenar la sociedad de corazones compasivos; sí, hemos de cambiar el corazón de las personas para que seamos capaces de ser solidarios con los más necesitados para que nos abramos a las necesidades de los demás, especialmente de los más alejados, los "sobrantes" que define el Papa. Es necesario declarar la guerra al hambre desde la promoción de campañas en las que se reconozca y se cumpla el derecho a la alimentación a todos los niveles y para todas las personas; desde proyectos que faciliten el acceso a los recursos, a los medios de producción y a los mercados; desde la participación en foros internacionales en los que se denuncie y se propongan políticas sociales y económicas basadas en el bien común.

Para todo esto, Manos Unidas se ha propuesto un plan que durará tres años; en este tiempo se pondrán los medios para conocer las causas de esta situación a la vez que se buscan las soluciones oportunas. El plan contempla dos partes fundamentales: 1. La identificación de las causas y problemas a resolver con respecto al problema del hambre en el mundo (el mal uso de los recursos alimentarios y energético; la existencia del sistema económico internacional que sigue promoviendo un modelo basado en el mayor beneficio, excluyendo a los más débiles; y nuevos estilos de vida y consumo que favorecen ese modelo y hacen que aumenten la exclusión y la vulnerabilidad entre los más necesitados y empobrecidos); 2. Establecer las líneas fundamentales a recorrer para solucionar el problema del hambre en el mundo (acompañar a los más pobres y reforzar el derecho a la alimentación de los pequeños productores; contribuir para que caminemos hacia unos sistemas alimentarios más justos; educar para una vida solidaria desde la educación en la fraternidad, promoviendo aquellos valores que contribuyan a la edificación de la civilización del amor).

Todos debemos sentirnos llamados a hacer la guerra al hambre en el mundo porque sigue siendo la vergüenza en esta etapa de avances y altas tecnologías. A todos nos compete esta lucha y todo debemos sentirnos llamados a ser solidarios, a sembrar la solidaridad en medio de nuestro mundo egoísta. Ninguna persona debería permitir que otras personas pasen hambre mientras a otros nos sobra de todo. Sobre todo, la sensibilidad ante el hambre en el mundo debe brillar de manera extraordinaria en los creyentes en Jesús porque Él se identifica con ellos: sabemos que lo que hagamos con ellos es con Cristo y a Cristo a quien se lo hacemos (cfr. Mt 25).

Ante esta realidad algunos interrogantes deben golpear continuamente nuestro corazón humano y de creyentes: ¿qué puedo hacer yo? ¿qué estoy dispuesto a hacer? ¿soy lo suficientemente solidario o debería saber ser mucho más desprendido y justo para compartir con los más necesitados lo que yo tengo? Ahí están los interrogantes. Cada uno debemos responderlos porque sabemos, como creyentes en Cristo, que de esto nos van a juzgar al atardecer de la vida: "tuve hambre y me disteis de comer [?] tuve hambre y no me disteis de comer" (Mt 25, 35) Que el Señor cambie nuestro corazón de piedra por un corazón mucho más solidario y caritativo para que a ningún ser humano le falte una vida realmente digna.

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