El PR-20 es un trayecto de enorme belleza, íntima, disimulada y ,por qué no, oculta. Se inicia en La Dehesa de Ágreda, en los populares Ojillos, donde mana el Queiles que se zambulle profundo bajo el pueblo. De ahí emerge hasta las huertas árabes, en las que da vida y sabor a los frutos que se recogen, y que obviando al célebre cardo rojo, son múltiples y variados. Como punto de referencia para la vista, el arco emiral, la puerta de entrada del Medievo por la que accedía a la Villa de las Tres Culturas.
El camino continuará su bajada y los roquedos de izquierda y derecha se irán viendo más altos, la vegetación más densa y la presencia de fauna más abundante. Avanzando, vista y oídos se sorprenderán, quizá de un modo familiar, con la compañía efímera del jabalí, el corzo, el zorro ?este más tímido- o la siempre vivaz garduña. Y en el cielo, siempre vigilantes, alimoches, águilas reales y perdiceras, alguna anátida, el omnipresente buitre leonado, el halcón peregrino y simpáticos paseiformes como la lavandera cascadeña, el ruiseñor bastardo, la oropéndola, el pito real o los vencejos en verano.
En esta confluencia que supone engarzar ecosistemas mediterráneos con los de la Meseta, o lo que es lo mismo, de las estribaciones del Moncayo hasta las cuencas del Ebro, se produce una amalgama nada habituale en Castilla. Un cambio que siempre que aporta belleza.