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Invierno en el pueblo

Invierno en el pueblo

Actualizado 18/01/2017 19:49

Artículo de opinión de Carlos Castro para el mes de enero

Días de umbrías heladas, de suelos prietos y duros, de repollos crujientes por el hielo que cae al sacudirlos, de cubos de ceniza al huerto, de chimeneas humeantes que delatan a los, cada vez menos, moradores. De gorriones en los gallineros robando el trigo a las gallinas, de latas que hacen de bebederos, heladas. De chorros de agua en la fuente que salpican haciendo figuras de hielo. De perros perezosos que se enroscan por la noche y se estiran al sol de mediodía en la perrera. De chopos desnudos y de buena chosca en la cocina.

Y sí, también de abejas laboriosas que aprovechan esta mañana soleada para salir de pecoreo en busca de alimento, en esa hiedras linderas de los huertos, y que abren esas flores tardías de otoño-invierno.Se levanta y sin beberse la leche limpia la ceniza en un caldero de hojalata, prende la leña con una pequeña gavilla de aliagas, tomillo y espliego seco de la leñera, y hace lumbre para todo el día, un suave olor a humo aromático impregna la calle en estas mañanas serenas. Nunca han tenido calefacción, y ya para qué. Al momento baja su mujer y los dos se comen las madalenas sentados a la lumbre.

Tres gatos esperan sentados en la acera de la calle, que se respingan al oír los trancos de la vieja puerta de madera abrirse. Bien abrigado y con una bufanda de tapabocas, sale con el caldero en la mano de camino al huerto, los gatos detrás, la rutina un día más, después a la casa vieja de las gallinas a echarles agua nueva y abrir el gallinero para que salgan al corral, lleva las hojas de limpiar los repollos al pajar de los conejos que salen apresurados de la conejera a comer, los observa un rato sentado en el escalón de la puerta del pajar. El ruido arrastrando sus pies la calle abajo y algún carraspeo es lo único que se oye. Poco que hacer estos días, salvo quemar leña. Ya huele a repollo cocido y un paseo sin prisa con la perra por la carretera será el entretenimiento hasta la hora de comer. No ha dado los buenos días a nadie, a nadie ha visto.

Es la única casa abierta en la calle, son los últimos moradores, personas mayores que se resisten a cambiar su modo de vida, SU VIDA, la mayoría se ha ido con los hijos fuera, exiliados, y perdidos para siempre.

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