Artículo de opinión de Carlos Castro para el mes de enero
Y sí, también de abejas laboriosas que aprovechan esta mañana soleada para salir de pecoreo en busca de alimento, en esa hiedras linderas de los huertos, y que abren esas flores tardías de otoño-invierno.Se levanta y sin beberse la leche limpia la ceniza en un caldero de hojalata, prende la leña con una pequeña gavilla de aliagas, tomillo y espliego seco de la leñera, y hace lumbre para todo el día, un suave olor a humo aromático impregna la calle en estas mañanas serenas. Nunca han tenido calefacción, y ya para qué. Al momento baja su mujer y los dos se comen las madalenas sentados a la lumbre.
Tres gatos esperan sentados en la acera de la calle, que se respingan al oír los trancos de la vieja puerta de madera abrirse. Bien abrigado y con una bufanda de tapabocas, sale con el caldero en la mano de camino al huerto, los gatos detrás, la rutina un día más, después a la casa vieja de las gallinas a echarles agua nueva y abrir el gallinero para que salgan al corral, lleva las hojas de limpiar los repollos al pajar de los conejos que salen apresurados de la conejera a comer, los observa un rato sentado en el escalón de la puerta del pajar. El ruido arrastrando sus pies la calle abajo y algún carraspeo es lo único que se oye. Poco que hacer estos días, salvo quemar leña. Ya huele a repollo cocido y un paseo sin prisa con la perra por la carretera será el entretenimiento hasta la hora de comer. No ha dado los buenos días a nadie, a nadie ha visto.
Es la única casa abierta en la calle, son los últimos moradores, personas mayores que se resisten a cambiar su modo de vida, SU VIDA, la mayoría se ha ido con los hijos fuera, exiliados, y perdidos para siempre.