A la luz de las velas es como nos vamos a quedar los españoles si las cosas no cambian. Por si no fuera suficiente la situación del mercado laboral, ahora se suman las eléctricas. Si ya es difícil tener un contrato de trabajo decente y resulta casi imposible que las familias tengan capacidad para ahorrar, el hecho de que las compañías eléctricas sigan subiendo los precios no nos ayuda en absoluto. El otro día leía que las familias en situación de pobreza energética se situaban ya por encima del 11%, y eso antes de que estuviésemos pagando el megavatio/hora a 88?. Está bien que se reabra el debate del uso de las energías renovables, pues si disponemos de recursos deberíamos ser capaces de encontrar el modo y los medios para aprovecharlos, pero lo que deberían hacer ya los gobiernos es actuar de una vez por todas, porque por mucha crisis que haya, por mucho que suba el gas y por más excusas que quieran poner, lo que no me parece tolerable es que en un año el precio del megavatio/hora suba de los veintitantos o treinta y tantos que pagábamos el pasado año a los 88? de la semana pasada, o los 90 y pico de esta.
Increíble me resulta también saber que los españoles somos los únicos que pagamos un impuesto sobre otro impuesto pero sí, así es. En la factura de electricidad pagamos el impuesto sobre electricidad al que, tras sumarle el resto de conceptos de la factura como el consumo, el alquiler de los contadores, etc., le tenemos que aplicar el IVA y, claro está, como la electricidad no es un bien de primera necesidad pagamos el 21% de IVA.
Visto lo visto, en los próximos días creo que iré a comprar velas para iluminar mi casa, y haré un agujero en el jardín para empezar a conservar ahí los alimentos porque, por suerte, los que vivimos en la provincia de Soria, con el clima que tenemos, no necesitamos un frigorífico para conservar al fresco. Con dejar en la ventana los alimentos se me mantienen sin problemas. Lo que aún no tengo claro es cómo voy a solucionar el tema de los ordenadores y teléfonos. Tal vez debamos volver a desconectarnos del mundo, o hacer señales de humo para comunicarnos.
