Tribuna de opinión de Manuel Meijide, de AMAR Soria. Fotografía de Cristina Gomez
Ya hace unos días que Soria se volcó ante un grave atentado ambiental contra la que, poco a poco, se había convertido en la mascota de la ciudad, 'Duerita', un ejemplar hembra de nutria paleártica 'Lutra lutra', que durante estas Navidades fue el centro de atención de fotógrafos, turistas y medios de comunicación y que, ante esta agresión, subió en popularidad y solidaridad en un amplio sector del público soriano e incluso de otras poblaciones de España.
AMAR Soria tuvo la suerte, digamos que de chiripa, de recoger al animal, ponerlo a salvo y curarlo en un centro veterinario, ya que había recibido un disparo, para posteriormente entregarlo a las autoridades para que se hicieran cargo. Ahora reside en un centro de recuperación de animales silvestres de Burgos, y aunque evoluciona favorablemente, probablemente no pueda volver a Soria debido a las heridas y a su vejez, y quede acogida en algún centro de interpretación o núcleo zoológico.
La idea de que la gente de Soria en general, las administraciones y otros colectivos se aunasen solidariamente con el animal de una manera tan significativa y efusiva, indica que las cosas están cambiando y la conciencia ambiental está mejorando. Pero esto ocurre en contadas ocasiones y según qué casos. De esto va esta reflexión.
Se entiende, sin duda, que los ejemplares de nutrias del Duero a su paso por la capital gozan de muy buenos amigos, aunque enemigos no les faltan como se ha comprobado. El problema, que lo hay, es que parece que podemos discriminar y decir o pensar qué animales se salvan y cuáles no, quiero decir, que estas tropelías suceden cada día a lo largo y ancho de la península, y no siempre hay una asociación, colectivo, administración etc?, que pueda ayudar a los animales salvajes en una situación parecida. O acaso, pensamos que habría la misma solidaridad por ejemplo con una garduña, una gineta o un gato montés, animales iguales en belleza que una nutria y también protegidos por las mismas leyes, aunque en distinta catalogación, y no digamos con un lobo, protegido en gran parte del territorio?, o pongamos también ejemplos de otro tipo de animales más pequeños y reptantes como la víbora hocicuda, representante ibérico, endémico y en peligro de extinción en gran parte de la península, que durante los meses calurosos, por ejemplo en las sendas del Duero tan transitadas, son apedreadas, pisoteadas, atropelladas, mutiladas y cortadas por la mitad cual palitroque, incluyendo en el mismo saco, pese a ser completamente inofensivas pero sí algo parecidas, a sus amigas las culebras lisas o las culebras de agua. O hablemos de otros pequeños mamíferos como topos, ratas de agua o topillos que se envenenan o trampean. O los murciélagos que nos evitan las plagas de mosquitos y polillas que desaparecen al destruir sus refugios o visitar incesantemente sus cuevas. Incluso los tan beneficiosos sapos mueren a miles atropellados o por la contaminación y destrucción de sus hábitats. Sin olvidarnos de que gran parte de nuestra flora o de nuestra fauna piscícola, o de nuestras aves, o incluso de multitud de invertebrados que también se encuentran en peligro o amenazados en diferente orden.
Y es que, en esta cadena entramos todos, se trate de cazadores, pescadores, maestros o funcionarios, obreros, políticos o vecinos de a pie, madres o padres, ya que habitualmente estos abusos ambientales los hace cualquier persona por temor, desconocimiento, asco o cualquier otra idea, o de forma involuntaria, pese a que la mayoría de los animales ibéricos estén protegidos en mayor o menor medida. Este es el problema fundamental contra el que se debe luchar a través de una buena educación, concienciado y gestionando nuestros recursos ambientales y nuestra bella naturaleza de una forma efectiva.