El ayuno de Moses

“Dios Todopoderoso”.

Una treintena de seres humanos acuden a la ermita del fabuloso jardín para la oración de Moses: “Tú has creado el cuerpo humano, tú has combinado en él órganos que actúan sin cesar y armoniosamente.”

Se cobijarán de la intemperie escuchando a Moses: “Cuando la fragilidad de la materia o las pasiones desbocadas del alma trastornan ese orden o quiebran esa armonía tú envías al hombre la enfermedad que anuncia el peligro que se acerca y le urges a que lo evite.”

Una vez ví al Católico dar media vuelta en terreno del Testigo, otra al Musulmán y al Cristiano compartir proyectos, hoy veo al que tiene dudas acompañar a Moses: “Tú has dotado al hombre de sabiduría para aliviar el dolor de su hermano, para diagnosticar sus enfermedades, para extraer las sustancias curativas.”

Me han recitado mitología clásica, he leído poesía persa del siglo XI, he conocido la austeridad obrera… Escucho a Moses: “Estoy ahora preparado para dedicarme a los deberes de mi profesión. No permitas que la sed de ganancias o que la ambición de renombre y admiración echen a perder mi trabajo. Haz que en el que sufre yo vea siempre a un ser humano. No permitas que me distraiga. Concédeme que mis pacientes tengan confianza en mí y en mi arte y sigan mis prescripciones y mi consejo. Yo espero alcanzar la vejez en esta tierra y la ambición de saber más cada día. Pues el arte es inacabable y la mente del hombre siempre puede crecer.”