Artículo de María José Fuentes
Gracias Carlos por todo lo que nos has dado a los españoles, a los de Madrid, a los de Barcelona, a los de Cuenca o a los de Soria, a los de aquí y a los de allí.
Lejos de sacar lo peor de los españoles ante la situación a la que tu fanatismo nos ha llevado, has logrado una unidad y un sentimiento de fraternidad que quizás no se veía en España desde aquel terrible asesinato de Miguel Ángel Blanco, que generó el espíritu de Ermua.
La gran manifestación que se celebró en Barcelona, un millón de personas, demostración jamás vista en la Ciudad Condal por una cuestión política, deja bien a las claras que la mayoría callada y silenciosa, la de las manos blancas, está harta de la férrea dictadura a la que se ve sometida por fanáticos como tú. Has conseguido borrar de un plumazo ese cierto recelo que habíais conseguido los que, como tú, provocáis en el resto de los españoles. Ese Cataluña te queremos, ese estamos con vosotros, esas muestras de solidaridad en todas las ciudades con la mayoría catalana silenciosa, nos ha reconciliado con Cataluña y los catalanes. Donde no creo que agradezcan tu fanatismo es en la propia Cataluña, desde donde llegan noticias de familias divididas, compañeros de trabajo que ya no toman una caña a la salida, niños acosados en los colegios por ser hijos de guardias civiles, gentes que no se atreven a expresarse por temor a represalias, por no hablar de las empresas que huyen de allí despavoridas.
He empezado con un agradecimiento, y he termino manifestándote mi más absoluto desprecio por lo que les has hecho a los que dices ser tu gente, por lo que les has hecho a ellos, que son mi gente, nuestra gente.