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Tristeza infinita. Me duele Cataluña

Tristeza infinita. Me duele Cataluña

Actualizado 27/10/2017 18:04

Artículo de opinión de Sergio García Cestero, director de Soria Noticias.

Tristeza infinita. Hace unos minutos el Parlament de Catalunya acaba de declarar de manera unilateral la independencia. Sinceramente nunca imaginé que este escenario llegase a producirse pero aún menos podía imaginar mi reacción. Habría apostado por la indignación o por la rabia o incluso por la burla y el humor pero nunca por esto. Una tristeza infinita, una desolación moral. Llevo media hora en estado de shock, con lágrimas en los ojos hasta que he sacado fuerzas para escribir con la esperanza de que de alguna manera logre calmarme.

Tristeza infinita. Como español, como europeo, como ciudadano del siglo XXI. Tristeza porque como español están atacando la línea de flotación de mi país que, además, es uno de los mejores del mundo; la unidad y la igualdad de todos los ciudadanos. Tristeza como europeísta convencido que soy pues los nacionalismos solo han traído dolor y desolación al continente durante siglos. Y tristeza como ciudadano del siglo XXI que no entiende como en la etapa de mayor conocimiento e información de la historia de la humanidad millones de catalanes (me da igual sea uno, dos o tres) han llegado a la conclusión de que esto es lo mejor para ellos.

Tristeza infinita. Tristeza sobre todo como persona que ama Cataluña. Normalmente uno ama la tierra en la que ha nacido, casi por obligación genética, pero todos amamos las tierras, los lugares, las personas que alguna vez le han hecho feliz. Por eso estoy convencido de que todos ustedes, queridos lectores, también aman Cataluña. Cada uno por unas razones particulares y todos por la misma. Tristeza infinita por los amigos que Cataluña me ha dado, por los viajes del instituto al terminar el curso, por los vibrantes partidos en el Camp Nou, por las noches de fiesta en las Ramblas, la calle más cosmopolita del mundo que nunca he conocido, y las tardes de playa en Castelldefels. Tristeza infinita por el delta del Ebro, por la histórica Tarragona, por la Fuente Mágica de Montjuic, por Port Aventura, tristeza por las fábricas que unos empresarios catalanes decidieron traer a Soria para dar durante décadas trabajo a miles de familias, incluida la mía. Sé que mañana todo eso seguirá igual pero a mí ahora mismo eso no me consuela. Y cuanto más lo pienso más me duele. Tristeza infinita.

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