Artículo de opinión de Carlos Lafuente.
Hace unos días oí con mucha curiosidad esta palabra: “presentismo”. Que es algo así como la antónima de absentismo.
Parece que se quiere definir un fenómeno que ya había apreciado muchas veces y que no me había molestado en definir ni darle nombre. Quiere expresar el presentismo el fenómeno de la gente que va a trabajar puntualmente y están su horario completo sin hacer nada. Mirando al ordenador, jugando al solitario o simplemente elucubrando cómo serán sus vidas en otros universos.
A veces esta actitud es fomentada por los propios jefes que no quieren que el “ritmo” de trabajo se incremente, pero no admiten que el que no tiene nada que hacer se vuelva a casa. “¡Hay que cumplir!”
Aunque este término se ha acuñado para definir una disfunción laboral, se me ocurre que esto es lo que define a muuuuuchos de nuestros políticos. Están, pero para nada. Acuden a sus plenos, reuniones, comisiones pero para mirar “como pasa la vida, como llega la muerte, tan callando”.
El que no para es el que les hace las nóminas, calcula sus dietas y ordena sus pagos. A ese no le da tiempo a practicar el presentismo. Se me ocurre que se podrían establecer algunos medios para medir el trabajo de estos cargos. Ya no medir su eficacia y utilidad, pero por lo menos si su actividad, contándonos las intervenciones que han llevado a cabo en sus puestos, que muchas veces es nula en años.
Y a la vista de esto, votar en consecuencia y mandar a los presentistas a su casa. ¿O no?