La nieve abraza al monte más alto de la provincia, enmudeciendo bosques y lejanías. La borrasca, intensa, mira hacia las afueras, meciendo horizontes inciertos.
La borrasca de nieve y de frío que azotaba a toda la provincia a finales de semana, sobre todo en el extremo este, fue generosa con el Moncayo, que aún permanece, impasible y orgulloso, vistiendo una imponente coraza blanca...
En sus parajes, el silencio. Con geometrías antojadas al aire de vientos cambiantes, estremecedores y de esculturas efímeras.
Al otro lado, extensos, horizontes inciertos, difuminados, fuera de la Meseta, que miran al eterno monte con envidia y azulado asombro. Naturalezas dormidas.
Ángulos distintos, armados bajo cero, que aportan la ansiada savia del agua que, por fin, llega, y que ciertamente traerá a la vida, en primavera, a manantiales olvidados.