Investigadores, deportistas, estudiantes, voluntarios,... Soria reparte materia prima por todo el mundo. La Navidad, en la mayoría de ocasiones, les devuelve a sus raíces. Son días para reencontrarse con amigos y familiares, y hacer acopio de víveres para que la vuelta a su rutina sea más llevadera fuera de nuestras fronteras.
El eslogan, repetido hasta la saciedad, ‘Vuelve a casa por Navidad’, tiene estos días más sentido que nunca para los 7.548 sorianos que por motivos profesionales o personales decidieron hacer las maletas y salir no sólo de la provincia, sino también del país. La gran mayoría vuelve para reencontrarse con las raíces, porque en el pueblo o la capital se suele situar el punto de encuentro entre amigos y familiares.
Según el Padrón de Españoles Residentes en el Extranjero (PERE) hay sorianos repartidos por todo el globo. Si tiene la oportunidad y viaja por América es donde existe una mayor probabilidad de que se encuentre con alguien con quien poder compartir experiencias y charlar, por ejemplo, de lo que echa de menos un buen torrezno de Soria. En concreto residen en este amplio continente 6.300 sorianos.
Pero, si prefiere quedarse más cerca, por algún país europeo, la nostalgia también tendrá fácil la misión ya que 1.128 sorianos viven allí. En Asia (48), Oceanía (43) y África (29) lo tendrá mucho más complicado, y sólo si la casualidad se pone de su parte podrá hablar de las bondades de la provincia sin que se cuestionen cada una de sus palabras.
Estos son los datos oficiales, obviamente mucho menores que los reales. Pero tomándolos como referencia, resulta casi imposible no enlazarlos con la palabra de moda en la provincia, ‘despoblación’, y también es complicado intentar que la memoria no nos lleve directamente a acordarnos de la ministra de Empleo y Seguridad social, Fátima Báñez, refiriéndose en el año 2013 a este éxodo con el eufemismo “movilidad exterior”. Porque sí, tal y como se imaginan, detrás de cada cifra hay un rostro y salir de casa y del círculo de confort nunca es sencillo.
Pero, a pesar de las dificultades, también es cierto que los sorianos que decidieron abandonar la provincia (definitiva o temporalmente) han encontrado en sus lugares de acogida oportunidades que no sólo enriquecen sus currículums. Eso sí, el mar de retos y experiencias que estos países ofrecen, no consiguen hacerles olvidar lo que dejaron atrás. La memoria tiene eso de bueno, con el paso del tiempo sólo se recuerda lo positivo. La mayoría coincide en señalar a la familia como el primer factor de la nostalgia. La comida también se echa de menos, pero casi todos la relacionan con las manos de alguien cercano, madre y abuela, las más repetidas.
Hoy les ponemos cara. Nueve ejemplos de vida en el extranjero pero con un mismo acento, el soriano.
La bata blanca es el uniforme de trabajo de Cristina Llorente. Esta le acompaña desde hace ya años y, como no, también ha viajado con ella hasta Estados Unidos. Vive en California y trabaja en la Universidad de San Diego, donde trabaja como post-doctoral. Es investigadora y, como la ciencia no pasa por su mejor momento ni en Soria ni en España, tuvo que “cruzar el charco” para continuar su formación y poder vivir de lo que le hace feliz. “Marcharte no es obligatorio, pero si quieres oportunidades, casi es lo único que puedes hacer”. La vida fuera la ha convertido en una mujer “más fuerte, más independiente y más rica culturalmente hablando”. Estados Unidos le ha dado mucho pero Cristina también está dejando su huella. “En España somos más familiares, fuera parece que las personas importan menos, vales sólo por lo que haces”, nos dice, aunque ella se esfuerza “en tener un círculo y protegerlo”. Pero a estos amigos les cuesta entender dónde está Soria porque “sólo conocen Madrid, Barcelona e Ibiza”. Estuvo aquí hace poco y ya cuenta los días para volver y que “mi familia me lleve a pasear, a ver cosas y a hacer fotos. Echo mucho de menos la naturaleza y la historia soriana”.
Daniel Escribano ha cambiado Covaleda por el mundo. Después de trabajar en Canadá y Estados Unidos, lleva 4 veranos pasándolos en Islandia. Los tres primeros trabajó allí como coordinador de grupos de trabajo compuestos por voluntarios de todo el mundo, bajo las órdenes de World Wide Friends. Los pasados meses estivales los ocupó en un barco pesquero recorriendo los fiordos de Islandia y Noruega. Él ha descubierto que los prejuicios están para romperse: “los islandeses no cumplen con el tópico de fríos y calculadores, es el país hippie de los países nórdicos”. Por eso nos reconoce que aunque “he echado de menos mi pueblo, los san lorenzos y el verano”, ha quedado tan prendado de esta tierra que “quiere terminar allí”. Para él, lo más gracioso es explicar de dónde viene. “Me muero de la risa, les digo que soy español y se piensan que vivo entre palmeras. Cuando les hablo de los -15ºC que hace en invierno en Covaleda no dan crédito”. Sueña con volver a Islandia pero lo hace desde Leicester (Reino Unido), donde está de Erasmus porque “en Soria no encontraba trabajo y para no estar parado volví a estudiar”. Eso sí, la Navidad, “en el pueblo”.
Rosa Brieva acaba de desembarcar en Sudáfrica. Ciudad del Cabo se ha convertido en su casa de acogida desde el pasado noviembre. El márketing y la publicidad digital le han permitido conocer un rincón del mundo completamente “fascinante”. La salida de España no fue obligada en absoluto, para Rosa era “ahora o nunca, el tren de trabajar fuera no iba a pasar por segunda vez”. La Navidad este año se presenta diferente para ella, y no sólo por la morriña, lo de la blanca Navidad, allí ni lo imaginan. “No se siente para nada que se acerque la Navidad cuando hace 30 grados y vas en chanclas. Espero poder pasar mis primeras navidades en Cape Town, en alguna de sus muchas playas”. Reconoce que ella misma se llama “loca” a diario por decir sí a esta aventura. “Ha supuesto un cambio muy grande en mi vida, al que todavía me estoy adaptando, cambio de país, continente, nuevo trabajo, nueva ciudad, nuevas costumbres,.. “; aunque, eso sí, el apoyo de su entorno ha sido “total”. Ahora está aprovechando el tiempo, “quiero aprender lo máximo posible tanto personal como profesionalmente, descubrir el país, viajar y conocer gente”.
A Víctor García le separa más de un océano de Soria, 9.400 kilómetros si el viaje pudiese hacerse en avión. La informática le ha llevado hasta San Francisco, en el estado de California (EEUU), concretamente a la zona de Silicon Valley, la que él denomina como “el mejor sitio del mundo para ser informático”. Su caso es diferente, él tenía un buen trabajo en Madrid pero decidió cambiarlo por la experiencia. Es un ejemplo de que las redes sí funcionan para encontrar empleo. “La empresa donde trabajo aquí, ThousandEyes, me contactó por LinkedIn y me convencieron para ir, la oferta era muy tentadora y ahora no me arrepiento de haber cogido el avión”, dice. Para él, vivir en la primera potencia mundial ha cambiado su perspectiva, “este es el país que domina el mundo y lo que los americanos deciden afecta al resto del planeta. Ver las cosas desde dentro te hace entender todo. Te das cuenta de que el sueño americano que venden en las películas es falso, este país tiene muchas cosas buenas pero otras muy malas”.
Nadie se ha atrevido a llamarle loco pero sabe que algunos sí lo piensan. Él les da un consejo, “que se atrevan porque es muy bonito salir de casa y descubrir que hay un mundo esperándote”. Se ha ido pero, a ratos, se acuerda de lo que ha dejado atrás. “Echo de menos la tranquilidad, los paisajes, las cañas en la Herradores y las fiestas de San Juan”. La comida es otra de sus debilidades. “Cuando vengo traigo comida. Quesos sorianos, latas de conserva y escondo jamón del bueno, que aquí es ilegal traerlo, hasta que algún día me pillen”. Por eso sabe que Soria tiene paciencia y le esperará. “Volveré. No sé cuando pero lo haré”.
Emilio José Almajano es misionero y su viaje está movido por la vocación. Actualmente se encuentra en el departamento de Ngambe Tikar, en plena selva tropical de Camerún. Su último destino fue Maroua, en la región del Sahel, pero tuvo que salir de ahí por el riesgo que suponía la amenaza del grupo terrorista Boko Haram. Reconoce que sus condiciones de vida “no son las mejores. Pero es que si fuesen buenas no estaría aquí, mi granito de arena para que la gente pueda ir hacia delante no sería necesario”. Emilio está al frente de la parroquia del Departamento y dirige un colegio de 500 alumnos, ambos confiados a los Misioneros Espiritanos, con los que trabaja desde hace ya 12 años. Él describe su trabajo como una lucha, “una batalla por mejorar el nivel educativo de los niños, por ofrecerles un futuro mejor al que tienen”. Para él, lo mejor de esta experiencia es que aunque “aquí todos los caminos son de tierra, o de barro cuando llueve, conviven multitud de creencias y todos convivimos en armonía, el dinero no da la felicidad ni la tranquilidad”.
Esta Navidad no volverá a Soria, “no me toca”, y aunque sabe que algún día sí regresará definitivamente, nos dice que no echa de menos lo que dejó atrás. La maleta la llevó casi vacía de cosas materiales pero llena de todo lo que le han enseñado los sorianos. “Me llevé el espíritu de trabajo y la capacidad de adaptarse a lo que hay, ya lo dicen los mayores, con estos mimbres haces estos cestos”. Eso sí, entre todas esas cosas que engordan el espíritu nunca falta algo de electrónica.
Jorge tuvo su primer contacto con Chile hace 4 años, aterrizó en Viña del Mar siendo todavía un estudiante. La Universidad de Cantabria le permitió realizar un intercambio con la Universidad de Valpaíso. Al finalizar sus estudios, ni la situación en España ni sus amigos le animaron a regresar. Se puso a repartir curriculums entre empresas chilenas. Tuvo suerte y desde entonces trabaja como consultor. Repasando su historia sabe que su caso es diferente al de muchos. Él no se vio obligado a salir de España, pero conoce “a mucha gente que llegó aquí porque no tenía trabajo ni esperanzas de encontrarlo”. Reconoce que en Chile “se me abrieron puertas que en España siempre están cerradas.
Aquí he crecido de forma rápida porque valoran el talento, no los años”. Es “feliz” en el continente americano pero siempre vuelve una vez al año, “para refrescarme y reencontrarme con mi plaza Herradores”. Este año la visita coincide con la Navidad, aunque a él le hubiese gustado más poder coger un avión a finales de junio. “Hecho mucho de menos las fiestas de San Juan. Aquí para entonces es invierno y normalmente no puedo escaparme en esas fechas”. Aún así, siempre es un buen momento para encontrarse con “un buen jamón”. Jorge reconoce que es lo primero que prepara su madre cuando la llegada se aproxima. Lo de volver a España no lo ve del todo claro, el alma viajera le empuja a decir “con mi pareja nos estamos planteando cambiar de país, Australia o Canadá, pero de momento no pensamos ir a España y mucho menos a Soria, pues allí yo no podría trabajar”.
Miguel Ortega es un soriano en Pekín. ¿Y por qué viajó 9.029 kilómetros para mudarse a la capital china? Pues porque según nos dice “entrenaba al equipo Camaretas de Soria pero quería vivir del fútbol, y el único lugar que me lo permitió fue este”. En China, el Gobierno está haciendo grandes esfuerzos por hacer del fútbol un deporte con nivel, y lo primero ha sido potenciarlo en la escuela. Son muchos los profesores europeos y especialmente españoles, porque “saben que en España se están haciendo las cosas bien. Las Eurocopas y el Mundial nos han abierto puertas a muchos”. Gracias a esa puerta abierta es profesor de Educación Física en un centro de Secundaria y entrenador de un equipo de fútbol base por las tardes.
El idioma es su principal barrera pues, a pesar de estar titulado como profesor de inglés, él nos aclara que “en China prácticamente sólo se habla inglés en los bancos. Para comunicarme (hasta que aprenda chino) me ayuda mucho una aplicación del móvil”. Pekín le ha dado mucho a este soriano. “Esto es otro mundo completamente, la cultura, la educación..., todo es diferente y enriquecedor”. Y aunque asegura que los chinos son muy amigables, también reconoce entre risas que la barba no se lo ha puesto fácil, “Los chinos no tienen barba y todo el mundo me mira. Por mi cara saben que soy extranjero pero aquí no te discriminan por ello”. De Soria echa de menos muchas cosas, la familia y los amigos por encima de todo lo demás. A Pekín se llevó la maleta llena y también espera, por su salud, que dentro de dos semanas, cuando regrese de vuelta, “no me tengan preparado mucho más que un par de cervezas”.
Desde el corazón de China viajamos hasta la capital de México. Laura López es una soriana que trabaja de asistente de dirección en una empresa de energía solar que tiene su sede en Ciudad de México. Ella llegó aquí junto a su pareja hace un año y tuvo que esperar 10 meses para encontrar en puesto de trabajo. “Cambié mi vida en Madrid porque a mi marido le ofrecieron el traslado y no lo pensamos mucho, lo vimos como una oportunidad”. La situación de violencia no les asustó pero sí a su familia; “lo que se escucha en España de México no es todo bueno pero aquí se vive de forma distinta, tienes que estar pendiente porque pasan cosas pero si eres consciente de tu seguridad y tomas ciertas medidas no tiene por qué pasar nada”.
En esta enorme urbe que roza los 9 millones de habitantes han conseguido hacer amigos. Laura nos dice que “los mejicanos están siempre pendientes. Ahora, como saben que no vamos a poder volver a casa por Navidad, nos invitan a las suyas para que no estemos solos”. Pero a pesar de este círculo reconoce que “se echa de menos tener todo a mano, aquí todo está lejos. De Soria me encantaba tener la naturaleza a un pasito y poder disfrutarla de cerca”. Aunque, como anécdota, nos cuenta que en realidad Soria no queda tan lejos. “Para explicar lo que es Soria lo tengo muy fácil, ya que una de las cadenas de supermercados más importante se llama La Soriana porque el origen de los dueños es soriano. Los intento ubicar por ahí”. Y no sólo este supermercado le acerca a sus orígenes, pues en México “he coincidido con más sorianas y es lo mejor que nos ha pasado”.
El voleibol no sólo da de comer a Álvaro Martín, también le ha llevado a un destino muy exótico y que muchos matarían por visitar, Doha, en Qatar. Él es el segundo entrenador y estadístico del equipo Al Alhi, prepara informes y vídeos de los rivales para tener la estrategia lista de cara a los partidos. Después de 9 años como entrenador del primer equipo del Numancia (de voley), el club no continuó con el equipo y se vio obligado a salir no sólo de Soria, también de España. Cuando llegó a Doha, lo que más le asustó fue el idioma. Pero como bien dice el refrán, “a la fuerza ahorcan”, y rápidamente tuvo que quitarse la vergüenza y poder así comunicarse con un 85% de la población. Por lo demás, está contento. Profesionalmente puede decir que forma parte de una liga muy competitiva. “De los 10 equipos que la forman, los 3 o 4 de arriba no tienen nada que envidiar a los españoles”; y personalmente la experiencia “no la cambiaría por nada”.
Aún así, quizás por la añoranza, no se cansa de repetir que es de Soria y curiosamente “presumo mucho del frío porque aquí no hay invierno. Lo que ya no sorprende es que saque pecho ante las fiestas de San Juan. Les cuento anécdotas y les digo que los toros van por la calle y se vuelven locos”. En Navidad no podrá hacer una escapada, “no puedo ir. Tengo partido el 25, el 1 y el 5. Por la religión aquí no hay Navidad y es temporada alta para mi trabajo”. Vendrá en verano pero no definitivamente; “veo complicado volver a Soria y trabajar de lo que me gusta. No creo que haya un puesto para mí”.