La opinión de Carlos Lafuente, empleado público y contertulio.
Cuando han pasado las Navidades, cuando nos proponemos depurar nuestros cuerpos después de excesos elegidos y otros cuasi impuestos por los protocolos sociales y familiares, deberíamos también depurar nuestras mentes de emociones políticas que no se qué porcentaje tienen de verdaderas y cuánto de imposición mediática.
Uno se harta de los teatros de los independentistas catalanes, que se toman la política como si jugaran al stratego o cualquier otro juego de mesa, donde las piezas son personas de carne y hueso, y el premio siempre se lo llevan los mismos.
Harta ver un gobierno que se preocupa más de vender humo y no leyes que salven situaciones de necesidad reales. Hartos de que no entiendan que bienestar social solo tiene plural universal y por lo tanto no se puede legislar sólo para unos cuántos.
Me enfadé cuando vi la carta que le mandaron a mi padre con su subida de su exigua pensión, aunque de nada me sirve el enfado porque si somos capaces de reelegir a partidos que se ha demostrado que roban a manos llenas, que no haremos con el mismo partido que se mofa de los pensionistas.
Creo que es el momento de dejar ese sentimiento de hastío por las cosas y dedicarnos a lo que de verdad importa: los temas humanos, las personas, la realidad, el día a día, las emociones, su vida, la mía.
Habíamos dejado esos temas en manos de novelistas y cineastas y no, ese guión lo tenemos que escribir nosotros, con ayuda de los notarios del día a día: ustedes los periodistas.
Tal vez así recuperemos los valores individuales que hacen que la sociedad se haga grande. Tal vez así se percaten de que el juego ha terminado. ¿o no?