Jesús Bárez, 27 de enero de 1947, licenciado en Filosofía. Profesor zamorano, concejal de Cultura en el Ayuntamiento de Soria.
Pregunta: ¿Qué es lo último que hace antes de acostarse?
Respuesta: Básicamente leer.
P: Cuando tiene una tarde libre, ¿a qué le gusta dedicarla?
R: Me gusta tocar la guitarra, es un hobby que estoy recuperando ahora. Algo de música y aprovechar para ver y charlar con los amigos.
P: ¿Libro o película?
R: Me gustan las dos cosas.
P: Recomiéndeme un libro y una película.
R: He leído recientemente Pedro Páramo de Juan Rulfo, una novela clásica de uno de los precursores de la literatura iberoamericana. Es un libro que recomiendo porque genera un movimiento psicológico muy interesante hacia el mundo del más allá. Una de las películas que me han marcado por el optimismo que trasmite es “La gran evasión”.
P: ¿Qué música pone cuando se ducha?
R: Ninguna en especial, normalmente la que hay en la radio. La radio me acompaña casi siempre..
P: ¿Cuál es su palabra favorita?
R: Amor.
P: Si pudieras viajar en el tiempo, iría al pasado o al futuro.
R: Quizá porque lo conoces un poquito más, me llama más la atención el pasado. Iría al XVIII, una etapa apasionante tanto a nivel de cultura como de revoluciones sociales.
P: ¿Cómo era de pequeño?
R: Era un chico que se crió en la calle, como la mayoría en mi época. La vida era siempre en la calle, con los amigos, en pandillas a veces intergeneracionales. Fue una época muy feliz. Se jugaba permanentemente a juegos colectivos por las distintas zonas del barrio, se desarrollaba mucho la imaginación y la amistad. Un chico normal, ni muy trasto ni muy obediente, hasta que llegó la época en que me fui a estudiar, estuve muchos años en el seminario y se supone que eso te hace un poco más recogido y esas cosas (ríe).
P: ¿Era muy fiestero?
R: Desde que estuve en la universidad, en Salamanca, la noche siempre fue un espacio vital muy importante. Conocías mucha gente, tenías aprendizajes que iban mucho más allá de la propia universidad. El buscar momentos para liberarse de la carga que lleva consigo lo cotidiano me parece importante. Es un buen momento para soltar lastre y conocer a las personas en un ambiente distendido.
P: ¿Quién ha influido más en su forma de ser?
R: En los momentos de la infancia y la adolescencia aprendí unos valores de compromiso con tu entorno y la sociedad. En el seminario también teníamos contacto con muchos curas comprometidos con la lucha obrera en la época del franquismo. El ejemplo de esas personas tan comprometidas para mí fue determinante.
P: ¿Cuál fue la mayor lección que le enseñaron sus padres?
R: El valor de la honradez.
P: ¿Y qué no le enseñó nadie y tuvo que aprenderlo a base de palos?
R: A lo largo de mi vida he tenido distintos tipos de proyectos; una tienda de artesanía, una pequeña galería de arte, concursos de fotografía, restauración de muebles…, ahí he aprendido a poner los pies en el suelo y que los ideales hay que acompañarlos de realidad.
P: ¿Cuál es el mayor éxito que ha tenido en su vida?
R: Sin duda mi familia, especialmente mis hijos.
P: Dígame algo que no soporta.
R: La hipocresía.
P: En qué rincón de la provincia le gusta perderse.
R: Me gusta mucho El Royo. Allí he pasado grandes momentos de convivencia y amistad con mucha gente del pueblo. A nivel de paisaje y naturaleza es una zona fantástica, con un cielo limpio, las estrellas que se te caen encima por la noche...
P: Dígame un lugar del mundo que le haya impresionado.
R: México, por el calor humano y por el compromiso de sus gentes con la cultura. Tienen un aprecio y un respeto enorme por los artistas. También había estado en otros ambientes culturales por Europa, pero la cercanía que te proporciona el idioma ha hecho que México me haya resultado muy atractivo.
P: Y algún viaje que tenga pendiente...
R: Tengo que ir a Cuba. Tampoco conozco Roma, sí Italia pero no Roma.