Historia de un médico residente. Recuerden esta cara. Es uno de los médicos con más proyección de la Comunidad y es de Duruelo de la Sierra. Lleva grabada a fuego la palabra superación y con ella llevará el nombre de Soria muy lejos.
Miguel Martín es médico en el Hospital Clínico de Valladolid, concretamente es residente de quinto año de Medicina Interna. Pero él no es un médico cualquiera. Su historia es de las que consiguen que uno piense que no todo está perdido. Es ejemplo de superación ante la adversidad y de hacer de la necesidad virtud.
Al nacer, todos los factores apuntaban estadísticamente en su contra. Sí, las estadísticas tienen en muchas ocasiones más de crueles que los propios seres humanos. Pero en esta ocasión y gracias al esfuerzo diario Miguel ha conseguido alcanzar todas las metas que se ha propuesto y lo ha hecho con nota, con sobresaliente alto.
Comenzamos por el principio. Miguel Martín es de Duruelo de la Sierra. Nació y creció en pleno corazón de la comarca de Pinares. Allí tiene su familia y sus amigos, dos de los pilares más sólidos de su vida. “Intento ir siempre que puedo, siempre que el trabajo y las guardias me lo permiten, allí tengo mucho de lo que necesito”. Y desde muy pequeño entendió que no era exactamente igual a los demás pero se propuso ser especial, no diferencia.
Hay que explicar que Miguel sufre una Hipoacusia Auditiva, una disminución de la audición que supera gracias a un audífono que siempre le acompaña. Quizás fuese su espíritu de superación, o el carácter afable que le imprimieron en casa -o una combinación de ambas- lo que le llevó desde la época del colegio a ganarse a sus compañeros antes de que el miedo a lo desconocido estableciese una barrera entre ellos. Miguel explica que sus amigos siempre han asumido esto “con completa naturalidad” y él cree que el ambiente y la sociedad rural es lo que ha contribuido a ello pues continúa “todos conocían a mis padres, a mis hermanos, sabían quién era desde antes de aprender a andar y por eso no necesitaban mayores explicaciones”.
Estudió en el CEIP Santo Cristo de las Maravillas, años escolares que “los recuerdo con muchísimo cariño. Éramos libres, el ambiente te permitía desarrollarte como persona. Ibas al colegio pero después jugabas en la calle”. Precisamente fue en esta etapa donde se sentaron las bases de su personalidad y Miguel no puede evitar tener buenas palabras hacia la educación rural “cuando me he comparado con compañeros que han estudiado con más niños, en colegios masificados, me doy cuenta de que en un colegio de pueblo no existe esa competencia. Recuerdo una educación exquisita, eran prácticamente clases particulares y eso es un lujo”.
Miguel crecía, el colegio se acabó y llegó el salto al instituto. Madrugón todas las mañanas para coger el autobús y llegar con puntualidad al Instituto Picos de Urbión, en Covaleda. Allí las diferencias con sus compañeros se hicieron más notables, pero si imaginan que fue debido al problema de audición, se equivocan. Miguel despuntaba por sus resultados académicos, era un alumno de 10. Pero tampoco esto hizo despertar envidias ajenas. “Notaba mucho respeto, es cierto que sacaba los exámenes con más facilidad pero todos nos ayudábamos, además mis apuntes eran muy codiciados”, bromea y se ríe.
Pero el instituto también acababa y después de “la protección del pueblo” había que salir de él para continuar los estudios, ya en el grado universitario. Miguel lo tenía claro, quería ser médico y Valladolid se convirtió en su hogar.”Me costó. El primer año fue duro, era la primera vez que salía de casa y al principio te sientes solo en medio de la nada. Además me faltaban la familia y los amigos y lo pasé un poco mal”. Pero, ¿cómo iba a resistírsele algo? Imposible. Miguel se ganó a su Colegio Mayor, el Santa Cruz, al completo. Tanto es así que durante el último año de estancia fue subdirector del colegio y sus compañeros le nombraron Víctor Verde, un premio que reconoce el compañerismo. ¿Por qué cree él que se lo dieron? Lo explica así: “ durante seis años se convirtieron en mi familia además yo siempre intento hablar con todo el mundo. Raramente tengo problemas con alguien y no me importa sentarme a comer con quien sea y darle conversación”. Porque sí, el audífono es un aparato maravilloso pero es que además la palabra no es precisamente el punto débil de este durolense.
Medicina es una carrera exigente pero nuestro protagonista tira de humildad, “es una carrera dura porque tienes que estudiar mucho para poderla sacar adelante. Pero es bonita, ves que lo que aprendes te servirá para cuidar personas y también es agradecida porque sabes que si le echas horas es probable aprobar. No es como, por ejemplo, alguna ingeniería que aunque estudies puede que no obtengas los resultados que se esperarían por la inversión tan grande de tiempo”.
Y después de la carrera, el MIR, el que “parece el examen más difícil de tu vida. Tienes que estudiar 8 horas diarias pero me lo planteé como un trabajo. Además si lo piensas friamente es una oposición mas asequible que por ejemplo la de juez”.
La nota no fue un problema, “pude elegir tenía claro que quería especializarme en Medicina Interna. Es una especialidad global y me gustaba por eso”. Aquí la conversación comienza a cambiar de tono y Miguel se pone más serio al explicar los motivos que decantaron la balanza. “Yo creo que en la medicina hay que tratar personas, no enfermedades. Nosotros somos los que unimos al resto de especialidades”.
Ahora que han pasado cinco años se siente “un miembro más del equipo”. Reconoce sus dudas iniciales respecto al hospital porque ya desde fuera “creía que era un servicio que se podía mejorar bastante”. Pero eligió el Clínico y parece que acertó pues “en 5 años ha habido una mejoría clara, se ha producido una notable reducción de las estancias, también se han reducido las listas de espera y además se han creado las unidades de diagnóstico rápido que ahora mismo son punteras en Castilla y León y todo un éxito”.
Uno de sus logros más importantes en esta incipiente carrera llegaba en el terreno de la investigación. “Yo incentivé a los adjuntos y a los médicos residentes a que presentasen proyectos en congresos y se publicasen en revistas científicas. Hoy por hoy el Clínico es uno de los hospitales de la región que más proyectos presenta”.
Miguel ha alcanzado la estabilidad pero en mayo se abre de nuevo un futuro incierto. “Es cuando acabo la especialidad y lo que me espera es ir a la lista de empleo. Por desgracia los empleos son precarios y mensuales pero quiero ser optimista y pensar que trabajaremos bien”. Es consciente de la difícil situación que atraviesa la Sanidad. “Los profesionales prefieren hospitales grandes porque hay más oportunidades de desarrollo. A esto se añaden los problemas de comunicaciones en Soria. Las autovías ayudarían mucho a solucionar el déficit”. No descarta volver a Soria para ejercer.