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La discapacidad emocional de la Seguridad Social

La discapacidad emocional de la Seguridad Social

Actualizado 16/04/2018 20:51

Bernat Díez, periodista, se sienta en la Tribuna de Soria Noticias.

Seguridad Social de Soria, tenemos un problema. Y escribo un tenemos porque es un ente público de todos y para todos. Esa resignación perpetúa de dar por hecho que somos, simplemente y vulgarmente, afiliados o alfanumuméricos -póngase el caso de lo que es el universitario en la universidad- es un aspecto que, peligrosamente, se acepta. Y claro, así nos va. ¿Qué ha pasado con la designación de humano o ciudadano? Para el caso, una especie de ‘Expediente X’, de un discapacitado, el que aquí les escribe, que ha tenido que enfrentarse a la incapacidad emocional de un organismo marcado por las caras largas y los silencios aburridos de sus funcionarios.

Al menos, a los discapacitados ya no se nos encierra en casa para que los demás no nos vean. En algo hemos avanzado en una sociedad que a veces se empeña en rememorar épocas de dinosaurios. ¿Cómo nos permitimos el lujo de jactarnos del término integración si a ciertas horas del día, queriendo o no queriendo, se puede llegar a hundir a un discapacitado? Soria retrocede, España retrocede y todos retrocedemos (de momento somos incapaces de integrar plenamente a ningún colectivo de cualquier índole) cuando desde la Seguridad Social de Soria se da por hecho que un discapacitado se debe dedicar, sí o sí, a la carga y descarga de material informativo si éste trabaja en un medio de comunicación. Entre bonificaciones y flautas, me encontré con esa pregunta afirmativa. A mis padres, quienes pudieron pagarme los estudios de Periodismo, no les convenció esa suposición. Damas y caballeros, les daré una primicia: el discapacitado es capaz, entiéndase la redundancia, de llevar a cabo más prácticas de las que realiza la mula. Corre a mi cargo un cursillo de empatía. Yo se lo pago con tal de que aprendan a ponerse en la piel del otro.

Como dice Carolina Hamodi, profesora soriana de la Uva, los prejuicios se curan “viajando”. Pues, viajen. Y ya de paso, si pasan por Primaria o la ESO, su infancia, háganles más caso a las profesoras o profesores cuando les insistían en leer y asimilar. Profundicen sobre esa comprensión lectora tan útil. ¿Si tienen delante un papelito oficial que subraya que la persona en sí padece una minusvalía física del 33%, se le ha de preguntar si, además, sufre una discapacidad psíquica? Me abruma su incapacidad lectora. De tal forma, lograrán tirar por el retrete el loable trabajo del Centro Base de Atención a Personas con Discapacidad de Soria, de FADISO o de Asovica-Fadess, por poner algunos ejemplos.

El amparo de esas instituciones, que sí velan por la salud del discapacitado, se lo cargaron ustedes en un visto y no visto. Con algunas preguntillas sin importancia. Pequeños detalles que borran la inconmensurable labor de aquellos que se dejan el alma por erradicar los estigmas que aún laten con crudeza en esta nuestra sociedad. Por ello, que aquí a este discapacitado le paren el Mundo. Yo me bajo.

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