Artículo de opinión de Alfredo Vallejo, colmenero y pensador, en Soria Noticias.
Estamos viviendo unos tiempos de desconcierto nunca antes vividos a un nivel parecido. Todo lo que “conoces” te confunde si pretendes ser medianamente racional. No hay por donde atar cabos. El lenguaje y la racionalidad pareciera que, si no son del todo lo mismo, tienen que estar muy cerca. Si no, no habría manera de entendernos. Y es lo que está ocurriendo; un poco en todos los ámbitos, pero sobre todo en el terreno político.
No hay modo alguno de entender nada. Seguramente no nos interesa entender. La gente únicamente oye lo que quiere oír. Más allá ni se molesta. Y una democracia sin verdad es ya la sombra de un esperpento o el disimulo de la tiranía del poder. No en balde las democracias sólo son viables en sociedades suficientemente cultas y avanzadas. Observen el resultado de intentar (hace no demasiado) democratizar sociedades tribales y atrasadas. La “primavera árabe” es la muestra de un terrible error histórico que aún estamos pagando.
Hay que tener claro que los lenguajes, hoy sobre todo, están altamente especializados. Es lo que pasa también con el “lenguaje político”. Nos desconcierta porque le pedimos lo que no puede dar, ni lo pretende. Verdad.
En el discurso político lo que menos interesa es la verdad; únicamente hay que decir lo que la gente que escucha quiere oír. Va dirigido en exclusiva a los que piensan ya como verdad lo que les dices. Esto es así en más del noventa y cinco por ciento de los casos.
No pretenda razonar en ciertos zaguanes: Pierde el tiempo; si hay corriente nociva en ese portal, puede coger una pulmonía. O en el mejor de los casos pasar un buen rato haciendo el memo.