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En el complejo polideportivo de La Juventud, qué acertada denominación, con la última reforma el Ayuntamiento instaló un espacio denominado Salutem Per Aquam.

No me parece un lujo excesivo; tampoco emula los encantos que podríamos imaginar de alguna villa romana relevante donde escondernos del ruido. A mí, lector, me conmueve el agua y la encuentro ahí cuando busco un tiempo de relajación con la sauna y los vapores o necesito aplicar las bendiciones de los chorros sobre músculos y articulaciones. ¿Qué opinaría don Nicolás Rabal?

El agua está caliente y me dejo zarandear por las burbujas de sus cinco variopintas estaciones, sin pensar en nada ni en nadie, adoptando posturas cómodas y diferentes facilitando que el agua sublime con sus contrastes venza mi aflicción.

Vienen a mi mente romanos, árabes, escandinavos intentando arreglar el cuerpo sin química. Curiosamente, en casa, he dejado este testamento de 60 cm., por ambas caras: “Lea todo el prospecto detenidamente antes de empezar a tomar este medicamento porque contiene información importante para usted. No tome si… Advertencias y precauciones… Posibles efectos adversos… Efectos adversos frecuentes, poco frecuentes, raros, muy raros, de frecuencia desconocida…”

Ahora estoy evadiéndome con el agua, sin resquemores ni decepciones, cerrando los ojos con el rumor del agua agradable chocando contra la carne y valorando otras terapias que sepan atender los puntos frágiles de mi cuerpo.