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Los 17 miembros de la familia Jiménez Peral, nuevos vecinos de Almazán

Los 17 miembros de la familia Jiménez Peral, nuevos vecinos de Almazán

Actualizado 26/07/2018 20:48

La villa adnamantina suma 17 nuevos nombres a los 5.648 que registra su padrón. Todos son miembros de la misma familia, los Jiménez Peral. Llegan desde Málaga y han necesitado una primera ayuda para instalarse, pero vienen a “ganarse la vida”. Uno de ellos, por trabajo, se queda allí. Almazán les ha abierto los brazos.

Ángel, Carmen, Carmen Celeste, Ángel Salén, Juan de Dios, Clara Estrella, Salvador, Isaac, Pedro Andrés, Ezequiel, Abigail, Rafael, Francisco José, Martín Nicolás, Guadalupe, Santiago, Leonardo y Belén.

Dieciocho nombres propios que no constituyen la última convocatoria de un equipo de fútbol (aunque bien podría serlo). Son todos los miembros de la familia Jiménez Peral. Malagueños de procedencia pero, desde hace poco más de 20 días, 17 de ellos, adnamantinos de pleno derecho.

Sí, es cierto. Ellos no son actores famosos, ni arquitectos de prestigio nacional o internacional, ni siquiera deportistas de élite; pero la llegada de 15 jóvenes y niños, así, como suelen decir nuestros mayores “de golpe y porrazo”, a un pueblo de Soria, la provincia de España donde la sangría poblacional brota con más fuerza, debe convertirse en noticia destacada de la agenda informativa sí o sí.

La llegada de los Jiménez Peral había provocado expectación en Soria mucho antes de que se materializase. Hace meses comenzaba el runrún en los medios de comunicación. “Una familia de 18 miembros está a punto de desembarcar en la provincia”, apuntaban todos los titulares. Ángel Jiménez, el padre de esta más que numerosa familia explica sus primeros movimientos de forma concisa. “Nosotros vivíamos en Málaga en una casa grande, de siete habitaciones. Este hogar nos lo había cedido una institución durante un tiempo, pero el periodo acababa, pues nos avisaron de que necesitaban hacer uso de ella para instalar unos pisos tutelados”.

La opción Soria

Su intención primera era no abandonar Andalucía, pero “en Málaga hay un problema serio con la vivienda”. Ángel comenzó los contactos por su orden lógico. Habló con el Instituto de la Vivienda de Málaga y también con el alcalde de la ciudad, pero las respuestas no dejaban resquicio a la esperanza. “Me dijeron que las casas sociales las daban después de un sorteo y, en el caso de que me tocase el sorteo sería ilegal meter en 18 personas en una vivienda”, así pues había que buscar rápidamente un plan B.

Ese plan B tenía escrito el nombre de Soria en el reverso. “Yo sabía que había zonas que necesitaban gente por estar despobladas”, continúa Ángel, “nosotros empezamos a movernos buscando pueblos que estuviesen cerca de capitales, más que nada por mis hijos que están en la universidad o estudiando ciclos. Entonces se me ofrecieron varias posibilidades”.

Los Rábanos, Matamala y Golmayo (este último era el destino que prácticamente todos los periodistas de Soria dábamos por definitivo hace apenas un mes) eran los lugares posibles. Había donde elegir y acabó imponiéndose el pragmatismo. “Tengo que agradecer a todos los alcaldes que han intentado ayudarnos, pues se han volcado con nosotros, pero al final Almazán era la mejor opción. José Antonio de Miguel, el alcalde de la villa adnamantina, nos ofreció unas posibilidades que están más adecuadas a la edad de mi familia. Vivimos al lado del colegio Calasancio, tenemos muchos niños escolarizados y nos es más fácil”. Sin olvidar que el hermano de Ángel lleva residiendo y trabajando en Almazán unos 20 años.

Con todas las de la ley

718 kilómetros separan la capital malagueña de Almazán. Una distancia que se queda en nada para este batallón de familia.“Estamos muy acostumbrados a los viajes largos. Hemos estado en Brasil diez años de misioneros, y los pequeños no es que sean muy organizados pero son obedientes”. Carmen Peral, que encarna los roles de mujer y madre dentro de la familia tenía la importante misión de que el pánico no cundiese en un momento crucial: la mudanza. Los enseres no eran muchos pero sólo el traslado ya constituía un reto. Una vez en Almazán, y aunque la familia contó desde el primer momento con la ayuda municipal, comenzaba realmente la aventura. “Hemos venido en precariedad. Solamente tenemos la casa y porque nos la han cedido”.

‘Dios aprieta pero no ahoga’, pensarán muchos, y otros añadirán que ‘la suerte hay que trabajarla’. Una combinación de ambas es lo que ha sucedido con la familia Jiménez Peral.

Nada más desembarcar en Almazán Ángel se apuntó al paro, y cogió el coche de su hermano dispuesto a que le contratasen. Lo consiguió. Lleva una semana trabajando como auxiliar de enfermería en la residencia de Los Royales.

Tampoco olvidaron la siempre dura labor burocrática. “Estamos ya todos empadronados en el pueblo. Somos vecinos con todas las de la ley. Y, como es lo que más nos preocupa, todos nuestros hijos están escolarizados y matriculados en sus respectivos centros”. Esto último con anécdota incluida, pues la familia “puso los pies en tierra soriana el día 1 de julio y el 2 de ese mismo mes acababa el plazo para las matriculaciones. Lo hicimos todo corriendo y sudando”, bromea Ángel.

Preocupaciones

Seamos sinceros. El verano es la época más agradecida en Soria. Pero con el 31 de agosto todo comienza a cambiar. El frío no les preocupa y aquí la conversación se relaja. Carmen bromea recordando la conversación con una amiga, “ella me preguntaba ¿hay niños en Groenlandia? Pues saldrán a jugar de alguna manera”, ríe con ganas, y Ángel aprovecha para aclarar que “ya había estado en noviembre aquí y no es para tanto, exageran con los grados bajo cero”.

Retomando la seriedad, ambos señalan que su única preocupación tiene de fondo la educación de sus hijos. “Nuestro ritmo de vida se acelerará mucho en septiembre. Dos de los mayores estudiarán en Soria, y uno de los pequeños tiene necesidades especiales, necesita la atención de un logopeda, un especialista que actualmente Almazán no tiene”. Con un poco de intuición, uno ya sabe por dónde van los tiros, pero Ángel lo confirma. “De momento me deja el coche mi hermano pero me preocupa el ir y el venir”.

Una familia "normal"

El tiempo, y seguro que las manos que echen muchos a esta gran familia, pondrá todo en su sitio. De momento, la alegría invade las calles de Almazán con 15 nuevos jóvenes jugando entre sus calles. Los vecinos ya se han presentado y están encantados, y aunque muchos les llaman ‘batallón’, otros les confunden en sus paseos “con un colegio o guardería”, y han llegado a escuchar que “están locos”. Carmen lo niega con la cabeza, sonríe y afirma que “somos una familia completamente normal. Es verdad que necesitamos estar organizados, pero esto no es una dictadura militar”.

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