La carta Sergio García, director de Soria Noticias.
Vivimos en un mundo de tiquismiquis. Una sociedad, la occidental, que parece vivir permanentemente a la que salta para ofenderse por cualquier menudencia mientras luego soporta con increíble estoicidad afrentas mayúsculas. No tenemos que irnos muy lejos para comprobarlo, en Soria aguantamos mermas y retrasos en nuestra calidad de vida pero luego vamos a por la antorcha si a Mónica Naranjo se le ocurre insinuar que tenemos un bajo nivel de inglés… Parece que alguien ha creado el club de los ofendidos, un batallón que trabaja sin descanso para encontrar cosas por las que sentirse agraviado. Internet, y más concretamente las redes sociales, son un fascinante espacio donde parece tener la misma autoridad la opinión de un profesor universitario que la del tonto del pueblo, un universo donde parece importan lo mismo lo que opina tu hermano que lo que opina un twittero desconocido de Murcia.
Y así es como cualquier comentario, cualquier detalle puede ser objeto de la ira. Cada cambio de opinión aunque hayan pasado 10 años es una “incongruencia”, cada situación de la vida real es “una demostración de la estructura heteropatriarcal”, cada historia contada es un “invent”, cada falta es un “atentado a la lengua”. Así, cuando dices que alguien te gusta eres un “cosificador”, cuando rebates una idea política un “extremista” y cuando muestras tus gustos culturales resulta que “eso te gusta porque no conoces a …”.
El último invento de `El club de los ofendidos´ son los límites del humor. Haciendo uso de la segunda parte de su nombre, la de `por causas ajenas´, han decido (ellos solos pero debe ser aceptados por todos) que está mal hacer chistes sobre negros, gitanos o cojos .
El humor (y la música) es el único arte al que se trata de poner límites. Por ahora. La creación de un humorista, un rapero, un escritor o un guionista no debe tener límites porque se trata de FICCIÓN. Y si no te gusta, basta con no consumirla porque en cuestión de gustos no hay nada escrito, o al menos no lo había hasta que llegó el club de los ofendidos.