En la intervención se han limpiado, restaurado y consolidado las estructuras de la atalaya del siglo X y de la capilla que fue construida en su planta baja en el siglo XVIII.
La Junta de Castilla y León ha concluido los trabajos de restauración de la torre islámica y los restos de la capilla neoclásica de Cántabos, muy deteriorada en la actualidad, a unos dos kilómetros hacia el este del núcleo urbano de Fuentelmonge.
Con una inversión de 31.459,93 euros, la Consejería de Cultura y Turismo ha logrado estabilizar el deterioro de estas construcciones, incluyendo elementos, como una cubierta, para proteger la estructura de las inclemencias meteorológicas, tal y como ha informado el delegado territorial, Manuel López, quien esta mañana se ha desplazado a Fuentelmonge para comprobar, junto con los técnicos de la empresa adjudicataria, Arquetipo, S.C.L., y del Servicio Territorial de Cultura, coordinador de la intervención, el resultado de las obras.
La Torre de Cántabos es una atalaya islámica, posiblemente del siglo X, ubicada en importante punto estratégico, sobre una colina de 837 metros de altitud, que comunica los valles del Jalón y del Duero a través de los campos de Gómara y Almazán.
De planta circular, de 3,4 metros de diámetro interno y un grosor de muros de 1,34 metros, está construida en tosca mampostería y conserva una altura en más de 10 metros. La puerta de acceso se dispone en altura, a tres metros del suelo, y de ella todavía perduran los goznes de las hojas y el hueco de la tranca.
Su función fue defensiva, para la protección del Califato de Córdoba en su Marca Media, con capital en Medinaceli, y formaba parte de una extensa red de torres vigía que facilitaban las comunicaciones -mediante señales- entre los diferentes castillos de la comarca. Está protegida por la declaración genérica de 1949 sobre castillos, por lo que tiene consideración de Bien de Interés Cultural.
La torre está integrada en la granja de Cántabos, lugar que debe su origen al monasterio cisterciense levantado a instancias de Alfonso VII por los monjes que posteriormente fundaron el monasterio de Santa María de Huerta, en 1166.
La planta baja de la atalaya fue modificada durante el siglo XVIII para albergar una capilla, muy deteriorada en la actualidad. De ella se conserva su cúpula, realizada con adobes, y parte del altar y reclinatorio del presbítero. La entrada, dispuesta a nivel de suelo, muestra dintel en forma de concha y jambas abocinadas.
Las ruinas que hoy se aprecian no pertenecen al primitivo monasterio sino a una granja que se asentó después y perduró hasta la exclaustración de 1835.
Ante los serios problemas de conservación de la atalaya y el avanzado estado de ruina y degradación de la capilla, la Junta de Castilla y León decidió acometer su restauración, con cargo a Fondos Europeos.
Los trabajos se iniciaron con la limpieza del entorno inmediato y de la propia construcción, con la retirada de escombros dispuestos sobre la cúpula del oratorio y en su interior, a nivel de suelo, con una capa de casi medio metro de desechos.
Posteriormente se acometió la limpieza de los muros de mampostería en las zonas deterioradas, actuación necesaria antes de proseguir con la consolidación de oquedades, tanto al interior como al exterior, y el sellado de las grandes grietas que jalonaban su contorno. Así mismo, se llevó a cabo una exhaustiva limpieza del remate de los muros, donde piedras sueltas, junto con la acumulación de tierras y desechos, posibilitaban el enraizado de plantas que deterioraban progresivamente la coronación de la atalaya.
Tras la intervención se ha logrado estabilizar el deterioro de la construcción con la reparación y sellado de las grietas y la conformación de una nueva capa de coronación de los muros que frena el deterioro de los niveles superiores. Se han rellenado las oquedades solventando con ello los profusos daños causados en las fábricas; se han reparado orificios menores y se han rejuntado los paramentos exteriores e interiores mejorando su estado y el aspecto formal.
Una de las actuaciones más relevantes en la intervención ha sido la eliminación de las grandes grietas que corrían desde el borde superior de la atalaya hasta casi la base de la misma. Se concretan en cuatro, que afectaban al interior y exterior del paramento, emplazadas en los lados oeste, sur y norte, así como otras menores dispuestas al interior, a lo largo del borde superior. Las de mayores dimensiones no sólo habían abierto hueco en la pared en todo el ancho del muro, además se habían desplazado hacia el exterior provocando un resalte con respecto al contorno de la circunferencia originaria.
La segunda de las intervenciones más importantes correspondió a la recuperación del nivel del primer piso de la atalaya, sobre los mechinales originales, y la posterior ejecución de un tejado apoyado en este nivel y que salvaguarda el oratorio de la entrada de agua y nieve, circunstancia que había ocasionado el progresivo deterioro del mismo.
La capilla también ha sido objeto de adecuación. Tras la eliminación de la extensa capa de tierras, cenizas y escombros variados, se ha llegado hasta el nivel de solado original, integrado por una capa de mortero de cal y canto, alisado y nivelado.
Esta retirada de desperdicios ha posibilitado la exhumación de restos de pintura mural acompañada de motivos geométricos remarcados con líneas incisas en tonos azulados y grisáceos, situados en la base de la construcción y pertenecientes al antiguo oratorio. En la actualidad toda la cripta se hallaba afectada por grafitis realizados en los últimos decenios, un acto deplorable que ha ocasionado la pérdida de gran parte de la decoración que mostraban sus paredes y hornacinas.
Para sanear en la medida de lo posible el santuario se han eliminado los grafitis recientes que afeaban el templo y se ha pintado todo su interior (fijación transpirable que permite la posterior adhesión de la pintura mural natural a la cal), mejorando la estética del conjunto y de manera más concreta la del interior del oratorio.