La carta del director de Soria Noticias, Sergio García.
Vivimos tiempos complicados para la libertad de expresión. Los maestros de la ingeniería social pretenden cambiar el ADN de nuestra sociedad en algo tan fundamental como la manera en que pensamos y nos comunicamos. Una doble pinza que nos atenaza por un lado con lo políticamente correcto y por el otro con denuncias por ofensas de lo más livianas. Son tantos los ejemplos que me resulta difícil decidir por cual empezar pero si tengo clara una cosa, aquí no vale postularse de un lado u otro en función de cada caso. Defender la libertad de expresión de quien piensa como yo no tiene ningún mérito, lo importante es defender el derecho del otro a decir o hacer algo que no nos gusta o directamente nos ataca. Los límites, que poco a poco se van estrechando, siempre han sido las injurias, las calumnias y las amenazas.
Comenzaremos por el Congreso, por ser el sitio donde todos estamos representados, donde a su presidenta le disgusta que se usen palabras como golpista o fascista. El uso de esos términos y de formas tan particulares como las de Gabriel Rufián están en el centro del debate. Lo cierto es que todos debemos tener libertad para expresarnos tal y como somos lo cual permite tener una idea bastante nítida de quién es Rufián. El que sea faltón que hable como un faltón, quien sea un remilgado que hable como un remilgado y quien sea un idiota que se muestre como un idiota.
El otro tema que ocupa minutos de debate es la denuncia al humorista Dani Mateo por un delito de odio por sonarse los mocos con la bandera de España. Te puede parecer irrespetuoso o de mal gusto pero nunca un acto así debería terminar con alguien en el banquillo. Además aquí juega el agravante de que se trata de una creación artística. Si la libertad de expresión es un derecho fundamental de todos los ciudadanos debe serlo aún más para humoristas, músicos, escritores… Sobre los creados cae ahora otra maldición que intenta imponer que no se puede disfrutar de una buena obra si su creador es una mala persona. Malos tiempos para la libertad de expresión.