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Cristina Martínez, el éxito de una gran idea

Cristina Martínez, el éxito de una gran idea

Actualizado 08/12/2018 08:10

Lleva dieciséis años dedicándose a explotar los aprovechamientos del Acebal de Garagüeta. Un recurso endógeno le ha permitido quedarse en su pueblo y convertirse en fuente generadora de empleo. Ahora le llueven los reconocimientos. El último, el premio ‘Emprendedoras Castilla y León Rural’ de la Junta.

Cristina Martínez ha conseguido algo que se persigue en casi todos los municipios sorianos: conseguir sacarle partido a un producto endógeno, ganarse la vida gracias a su explotación y poder dar empleo a varios vecinos para, y aquí viene el objetivo principal, poder seguir viviendo en un pueblo que sobrevive, Torrearévalo, epicentro del mayor acebal del viejo continente, el de Garagüeta.

El Acebarillo, empresa que ella gestiona, ha conseguido convertirse en un referente en la comercialización del acebo, tanto de las ramillas en bruto como de los centros manufacturados. Un trabajo que se realiza de forma “totalmente sostenible y respetuosa con el medio ambiente”, y que le ha valido el reconocimiento como una de las mejores emprendedoras de la región, al concederle la Junta el premio ‘Emprendedoras Castilla y León Rural’, en la categoría de ‘Idea de mejora de empresa rural’.

El acebo dejó de estar protegido en Castilla y León en el año 2015. No obstante, no todo el mundo puede llevarse ramas para decorar la casa. Para permitir su aprovechamiento sostenible, los acebales de la provincia se ordenaron por medio del ‘Plan Dasocrático de los Acebales’, aprobado en 1996. En Soria, hasta después de Navidad, mediados de enero, no se podrá hablar de cifras definitivas. Por delante están los días más potentes para la venta de acebo, y los profesionales son optimistas. Aún así, nunca se recoge todo el acebo autorizado por lo que existe nicho de mercado para trabajar el acebo.

El proyecto

El Acebarillo es una empresa de economía local que trabaja desde el año 2002, en torno a los aprovechamientos sostenibles que se dan en el Acebal de Garagüeta. Uno de los más importantes, y que ha contribuido a que se conserve hasta nuestros días son las podas controladas del acebo. Un trabajo que lleva realizándose desde hace siglos, pero que ha cambiado en esencia, ya que “antiguamente se podaba el acebo para alimentar al ganado en invierno, y desde los años 50 se utiliza para adorno navideño”, explica Cristina Martínez, poniéndonos en antecedentes, para continuar especificando un poco más. “Por un lado seleccionamos, envasamos y distribuimos las ramas de acebo en bruto a floristerías de toda España, es decir, hacemos el trabajo de mayorista. Por otro lado, también elaboramos este acebo en centros, coronas, guirnardas, ramos... Eso lo vendemos en puestos navideños y cada vez más por internet”, explica.

Una labor completamente artesanal que en época alta, las fechas próximas al comienzo del invierno, da trabajo de forma directa a 8 personas de Torrearévalo. Seis mujeres y dos hombres que se reúnen en el recién estrenado taller de El Acebarillo, para sacarle todo el jugo a la Navidad. “El ambiente es estupendo, nos reímos mucho”, explica Cristina, después de escapársele un chiste propio del gremio.

El resto del año no acaba el trabajo en torno al bien más preciado en la zona. “Todo el año hacemos educación ambiental. Trabajamos con un montón de colectivos, y también nos enfocamos al turismo con rutas guiadas al acebal. Además, gestionamos la Casa del Parque de Arévalo, por lo que no paramos nunca, aunque es verdad que los empleos en temporada baja son menos”.

Mujer rural

El galardón otorgado por la Junta de Castilla y León, que se convierte en el quinto recibido por este proyecto empresarial, destacaba estos dos aspectos y añadía el término tan en boga de “emprendedora”. Cristina (con una sonrisa tímida por apartar la humildad por un momento) se reconoce merecedora del título.

Echa la vista atrás cuando se le pregunta por la evolución del trabajo femenino en la provincia. “Cuando empezamos con la empresa nos encontrábamos que las mujeres eran trabajadoras pero estaban en la sombra, ni estaban en régimen de copropiedad, y ni siquiera cotizaban a la Seguridad Social. En cambio, ahora yo creo que las mujeres están dando ejemplo. Ellas son las que están emprendiendo de verdad proyectos en los pueblos”.

Y mira hacia delante para ponerse reivindicativa. “El Acebarillo tiene planes de futuro, pero es que aquí todo cuesta el doble. Hay ideas muy buenas, hay muchos jóvenes que no tienen miedo a emprender, pero necesitamos igualdad de oportunidades”. Lo más importante para alguien que sabe de qué va eso de tener que cuadrar cuentas es “internet sin ninguna duda”. Y después de esta afirmación la sonrisa prácticamente omnipresente en Cristina se tuerce un poco, para sentenciar que “los pueblos necesitan conexión con el mundo y eso pasa por cablear. Que no me hablen de satélites porque me da la risa. Llevamos años así y no avanzamos. Luego está el tema de las autovías. Necesitamos que se llegue con comodidad a Soria si queremos vivir de algo. Estar en el culo del mundo no nos hace exóticos”.

Una campaña “normal” después de un año negro

Además de en Arévalo de la Sierra, la Junta de Castilla y León (organismo del que depende la gestión del acebo) permite la poda de este árbol en cuatro municipios sorianos más. Estos son Oncala, Estepa de San Juan, La Póveda y Almarza.

También es el Servicio Territorial de Medio Ambiente el que cada año señala los kilogramos que se pueden cortar dependiendo de la campaña. El año pasado se autorizó la poda de 32.720 kilogramos de ramilla ornamental. Cifra que no se acercó a la realidad del mercado ni de lejos, pues de los montes sorianos sólo se extrajeron unos 3.000 kilogramos. Cristina Martínez, gerente de El Acebarillo, recuerda que “la campaña de 2017 fue extraodinaria por pésima. Nosotros, con mucho trabajo y mucho esfuerzo, solo conseguimos comercializar algo de acebo en Soria, no pudimos exportar nada fuera, y eso quizás haya provocado que nuestra expansión haya frenado en seco. La calidad fue pésima”.

Las razones hay que buscarlas en las condiciones meteorológicas y en la campaña de un año antes, “En 2016 había fructificado a tope y, cuando llegó la primavera, las hembras todavía tenían fruto, lo que provocó que la floración fuese muy escasa”.

Este 2018 se recuperarán las cifras de una “campaña normal”, añade precavida Cristina. “El acebo luce precioso pero no podemos hablar de una campaña como la de 2016”

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