La opinión de Alfredo Vallejo, colmenero y pensador, en Soria Noticias.
“Sería feliz si una bola de fuego destruye El Ejido esta mañana. Por favor, Señor”. Este deseo, exabrupto más propio de un yihaidista obnubilado, me ha producido una sensación tristísima al leerla en un periódico soriano, y expresada en un artículo de alguien que se regodeaba a voz en grito de su talante democrático. ¡Cuántos ‘demócratas’ ignoran qué es la democracia! Creo que hay muchos menos demócratas de lo que parece en medio de tanto cacareo democrático. A lo sumo lo que hay en realidad es demócratas a la fuerza, no demócratas reales y convencidos.
La esencia de la democracia es saber (y sentir) que la verdad social la construimos entre todos, al coincidir en nuestras opiniones y al estar lejos, pues nadie tiene la verdad total y absoluta. La verdad es un producto social. Saber esto es ser demócrata. Pensar que tu verdad es la única es yihaidismo; es estar menguado y lejos de la luz. Vayan repasando el “espectáculo de respeto por los otros” que nos brindan los medios.
Me ha venido a la mente Diógenes el Cínico, cuando en pleno día iba por las calles de Atenas con un candil encendido gritando “Busco un hombre”. Si Diógenes hoy intentara encontrar a un demócrata tal vez necesitara mucho candil y no poca paciencia.
La democracia es un ideal sólo al alcance de gentes evolucionadas; todos los intentos recientes de implantar el modelo democrático en sociedades sin la suficiente lucidez han sido no sólo fracasos, incluso auténticos desastres de convivencia. Recuérdese como ejemplo la primavera árabe.