Ya podemos conocer la vida del sorprendente, heterodoxo, apasionado, impredecible y…, esencialmente buena persona, Vicente Marín, el “apócrifo marqués de Tierras Altas”. Con el “alma serena” y 82 años, y tras pasar desde sus gazuzas de jovenzano al roce con la glamurosa vida de la aristocracia madrileña del frenesí y del artisteo, crea su Fundación y la pone al servicio de Soria.
Y podemos descubrir la vida de Vicente Marín de la mano de otro singular soriano, el escritor Javier Narbaiza, que acaba de presentar su nuevo libro ‘Las buenas y malas noches de Vicente Marín’, en un multitudinario acto celebrado el pasado 14 de diciembre, con la presencia de una variadísima representación de toda la sociedad soriana. Narbaiza ha publicado también las obras ‘Recomenzar’, ‘De vuelta al paraíso,’ ‘El día en que volvimos a la Universidad Laboral’ y ‘Paseo de Portales’, además de una recopilación de interesantes entrevistas periodísticas en el libro ‘Conversaciones con la Soria Ausente’.
‘Las buenas y malas noches de Vicente Marín’ ha generado mucha expectación. En la presentación han estado, además del protagonista Vicente Marín y del autor del libro, Javier Narbaiza; el crítico literario César Millán; el expresidente de la Diputación Provincial, Antonio Pardo; la escritora y profesional del arte, Pilar de Gregorio Álvarez de Toledo; y el periodista y director del programa ‘El Arcón’ de RTVCYL, Javier Pérez Andrés. Todos ellos han aportado su personal visión de la polifacética personalidad de Vicente Marín. La pincelada que Narbaiza deja en la contraportada del libro, perfila de manera muy breve y certera lo que ofrece el libro:
“Vicente Marín hace recuento de años de travesías, vicios y oficios; y sin contención ni excesivo pudor desgrana diversos capítulos en los que muestra su decantación sexual de amplio espectro, su perfil de pícaro lúcido y picaflor impenitente, en el que se avienen múltiples registros desde la etapa en la que quiso verse como obispo elegante, después mayordomo de nobles casas, camarero de coctelería fina en Mallorca y Londres, gestor hotelero de éxito y hoy, habida cuenta del roce con tantos personajes glamurosos y buenas maneras aprendidas [tuvo sus devaneos nada más y nada menos que con Ava Gardner], viene a ejercer de apócrifo marqués de las Tierras Altas de Soria”.
En su penúltima etapa vital, el ‘flechazo’ personal y profesional con José Miguel López Díaz de Tuesta, XV Conde de Atarés, le llevó a dirigir durante cuatro décadas el hotel Galiano, propiedad del conde. Cuando este falleció a los 92 años, y al no tener hijos, decidió que sus bienes pasasen a Vicente Marín, destacando un espectacular patrimonio artístico y cultural, que trasladó a Bretún y que ahora se puede visitar, ya que forma parte de la Fundación Vicente Marín y José Miguel López Díaz de Tuesta, creada recientemente para salvaguardar que todo ese legado quede para disfrute de todos, y para impulsar el desarrollo de la localidad de Bretún y de Tierras Altas.
Javier Narbaiza considera que Vicente Marín ha vivido tantas ‘vidas’ como capítulos tiene el libro (18), que no tienen nada que ver una con otra, acoplándose a las circunstancias. Eso sí, sin olvidarse de su pueblo, Bretún, y soñando con sacarlo de la España vacía. “Podría haber vivido comodísimamente, con todo lo que tiene y su gran ascenso social”, recalca Narbaiza, “pero ha preferido volver a su pueblo, y comprometerse con el futuro de Bretún, de Tierras Altas y de la provincia”.
Vicente Marín nació en 1937 en el seno de una humilde familia, falleciendo su padre joven, y dejando a su madre viuda con 47 años y 9 hijos. Sus hermanos mayores tuvieron que ir a Madrid a buscar el sustento; y Vicente -gracias a la intervención del párroco- fue a estudiar a una congregación de salesianos, pasando por centros en Pamplona, Barcelona y Gerona. Abandonó esta congregación, y vivió un tiempo de trabajo muy duro llegando a dormir en el suelo y a comer en la Cocina Económica de Logroño para pobres y necesitados, hasta que se reenganchó en otra congregación religiosa, los Misioneros del Verbo Divino, donde permaneció cuatro años, dos de ellos como novicio. Antes de hacer los votos, la congregación ‘animó’ a Vicente a dejar la orden por entender que la vida religiosa no era lo suyo.
A partir de este momento inicia un periplo vital increíble. Después de hacer la mili trabaja en una empresa de construcción, pero la oficina tampoco era lo suyo, y vuela a Mallorca para dedicarse a la hostelería.
Regresa a Madrid y en 1962 empieza a trabajar como mayordomo en el Castillo de Higares en Mocejón (Toledo), con la familia Gandarias de Urquijo. En esta etapa conoce a grandes personajes del cine como Ava Gardner, Audrey Hepburn o John Wayne; y a grandes toreros y artistas españoles.
Vuelve a Madrid, y tras trabajar y regentar restaurantes y locales de moda, en 1970 empezó a dirigir el Hotel Galiano, propiedad de José Miguel López Díaz de Tuesta, conde de Atarés, al que ya conoció en la década de 1960. Aquí volvió a relacionarse con los personajes carismáticos del mundo aristócrata, cultural y artístico, llegando a ser algunos verdaderos amigos, como Luis Escobar, el marqués de las Marismas, el compositor Fernando Moraleda, el conde de Romanones, Príncipe Pio, el pintor César Manrique, Pepe Dámaso...
Vicente Marín continuó 40 años gestionando el hotel, hasta que murió el conde -a los 92 años-, para regresar a su Bretún natal y crear la Fundación, en memoria del conde y para impulsar el desarrollo de Tierras Altas.