“El último hombre blanco” en ganar la Maratón de Berlín’96 desafía nuevamente a la distancia que le permitió ‘gobernar’ el mundo. El de Ojuel (24/10/1962), educado para ganar, llegó a ser el más temido en los 42 kilómetros y 195 metros de su época: oros mundiales en Atenas’97 y en Sevilla’99. Dos décadas después, este sábado 17 de febrero, el 'embajador' volverá a poner patas arriba la capital de Andalucía, donde le acompañarán corriendo 75 sorianos sobre el asfalto de Hispalis.
Pregunta: El próximo 17 de febrero, Sevilla nuevamente a sus pies. ¿Cómo llega a la conclusión de que ha de volver a correr allí?
Respuesta: Se celebra el 20ª aniversario de mi Mundial en Sevilla. Más que nada, el 17 de febrero se disputa la Maratón de Sevilla, que se lleva a cabo todos los años... Realmente, aquel Mundial ocurrió en el mes de agosto, a 40 grados. Febrero y agosto, ¡nada qué ver! (ríe).
P: Sevilla tiene un color especial.
R: Siempre ha tenido un color especial. La ciudad en sí me apoyó mucho ese día tan señalado, en el que se echaron 200.000 personas a la calle; un estadio lleno, con 65.000 personas, vio cómo yo entraba allí como campeón del mundo. Estoy emocionado de volver a correr la Maratón en Sevilla. La haremos en 4 horas.
P: El idilio sin fin, puesto que su pupila Navascués logró en la Maratón de Sevilla la mínima que la llevó a las Olimpíadas.
R: Es una de las mejores maratones del mundo para hacer una buena marca. En aquel momento, cuando Estela quiso hacer la mínima para acceder a los Juegos Olímpicos, teníamos muy claro que tenía que ser allí. Estela se ganó su plaza; hizo una gran maratón. Si ella tiene la ilusión por estar en Tokio’20, Sevilla puede volver a ser el sitio ideal...
P: Como visión general y tras dos décadas de aquella gesta, ¿en qué le ha cambiado la vida?
R: Soy 20 años más mayor (ríe). Son 20 años; la vida pasa rápido. Sigo corriendo. 18 años después de mi retirada, hago deporte todos los días. Sigo vinculado al atletismo. Los aficionados me recuerdan cuando asisto a carreras populares. Es un orgullo que 20 años después se sigan acordando de ti.
"Aquel Mundial ocurrió en el mes de agosto, a 40 grados. Febrero y agosto, ¡nada qué ver!"
P: ¿Qué recuerdos le asaltan la memoria sobre Sevilla’99?
R: ¡El calor qué hacía! Otro recuerdo, faltaban 5Km para alcanzar la meta y un japonés, Sato, que estaba a 100 metros, ponía en peligro mi campeonato mundial. Tomé la decisión de dar un tirón fuerte para ir a por él. A falta de 3Km lo alcancé. El segundo mejor momento, la llegada al estadio: volvía a ser campeón del mundo. Era el único español que lo había hecho... Sevilla se subía por las paredes.
P: ¿Cómo se ve a sí mismo?
R: Como digo siempre, soy una persona normal. Aunque haya triunfado en el atletismo, los títulos no se me han subido nunca a la cabeza. Trato a todo el mundo por igual en todas las facetas de la vida. Hay que saber llevar los éxitos. No soy más que nadie.
P: Esa normalidad de la que presume, ¿le definía encima de las pistas?
R: Siempre he sido un deportista que ha perseguido sueños. El mío era el de llegar a una Olimpíada. Esos sueños son los que me han permitido ir ganando fases. Era un atleta con facultades y creo que eso era una buena base para llegar donde he llegado. Dentro de mis sueños e ilusiones, siempre he tenido buena mentalidad. Me gustaba más el medio fondo que las distancias largas. Las rivalidades de la época me llevaron a ir subiendo las distancias. Mi gran éxito, la maratón.
"¡Defenderé Soria hasta la muerte!"
P: Frío, altitud, falta de oxígeno. This is Soria.
R: Son virtudes. Todo mi entorno (madre, padre, abuelos, etc.) es de Soria. Llevo conmigo esa naturaleza, esa genética. Vivir a 1.100 metros de altitud y entrenar con esa deuda de oxígeno provocan que a nivel del mar funciones mucho mejor. Esa genética forma parte de mis éxitos.
P: 56 años, y mantiene, estando en forma, esa silueta espigada. ¿Nos puede confesar la receta?
R: He tenido suerte. Me gusta correr y no puedo dejar de hacerlo. Lo necesito. Me gusta cuidarme. Al segundo año después de dejar de correr, ¡me dolía todo! Estoy perfectamente 20 años después porque poco a poco he ido haciendo ejercicio moderadamente. Ahora, no noto ningún dolor.
P: Cada vez que se habla de deporte y atletismo en Soria, se le menta.
R: No es nada fácil conseguir ser campeón del mundo. Y serlo en una ciudad tan pequeñita como Soria... Conseguí cosas muy importantes para Soria y para los sorianos, quienes presumen de Abel Antón y Fermín Cacho por cada sitio del mundo al que van. ¡Defenderé Soria hasta la muerte!
P: ¿Le siguen pidiendo fotos y autógrafos?
R: Por supuesto que sí. En Soria, prácticamente, me conoce todo el mundo. Te recuerdan tus grandes éxitos. Hay muchísima gente que corre y ellos saben quien soy.
P: Fraguó un éxito en Híspalis, pero antes (1997) fue laureado donde nació la maratón; Grecia.
R: Estoy orgulloso de haber ganado dos grandes maratones (Sevilla y en Grecia, la primera, donde nació la maratón hace más de 2.500 años). La de Grecia, donde has de subir una pronunciada colina (20Km), es una maratón muy difícil y uno ha de estar en forma para poder ganarla. Ganar en el sitio natural de la maratón siempre es un orgullo. Es lo que quieren todos los maratonianos. ¿Quién le iba a decir a Filípides que 2.500 años después la maratón tuviera tanta trascendencia?
P: De Maratón a Atenas. Casi nada.
R: Hace 150 años no se celebraba ninguna maratón. De repente y en el siglo pasado, maratones y más maratones. Hoy en día son multitudinarias. Ha evolucionado de tal manera que presenta, a día de hoy, unos volúmenes económicos muy importantes. En estos momentos, mueve mucho dinero.
P: Ha ganado 5 de las 8 maratones que ha disputado. Fenómeno paranormal. Si le engancha Iker Jiménez...
R: Realicé una transición, de los 5.000/10.000 metros a la maratón. Ya era un atleta importante en esas distancias. En mi primera maratón (Berlín’96) fui a ver qué pasaba. En los últimos 5Km me vi con opciones. Manos a la obra: debuté ganando mi primera maratón en Berlín, donde hoy es prácticamente imposible que un atleta blanco la gane. De hecho, desde 1996 no la ha vuelto a ganar ningún atleta blanco. Berlín, Corea y el Mundial en Atenas; todo me vino seguido.
"¿Quién le iba a decir a Filípides que 2.500 años después la maratón tuviera tanta trascendencia?"
P: Ahora, en largas distancias, los atletas de raza negra se llevan a todo aquel que se cruza en su camino.
R: Gratifica pensar que en aquel momento un atleta blanco todavía podía ganar un campeonato del mundo. Ahora, los atletas africanos se han ‘multiplicado’: hay tal montante económico, que ganar una maratón les supone muchísimo dinero. Los chavales de 18 años ya no pasan por la transición (5.000-10.000), sino que van directamente a donde está el dinero.
P: En las largas distancias, el cuerpo, por supuesto, sufre, pero la mente también. ¿Cómo educaba Antón a su cabeza?
R: Enrique Pascual Oliva me inculcó la alta competición. Cada vez que corría, tenía mentalidad de ganador. En una carrera, salía a ganar, no a participar. Siempre he sido un atleta de grandes competiciones, no de meetings.
P: Las medallas olímpicas le fueron esquivas.
R: He estado en cuatro Juegos Olímpicos. Tuve que conformarme con el Diploma Olímpico en los 5.000 metros lisos de Barcelona’92. No está mal, pero mi ilusión era lograr una medalla. Podía haberla logrado en las maratones de otros JJOO, pero llegué tarde.
"En una carrera, salía a ganar, no a participar"
P: ¿Le guarda rencor a su buen amigo Fermín?
R: Cuando Fermín (Cacho) llegó al atletismo, la figura era yo. En dos-tres años fue campeón olímpico y eso eclipsó todo lo demás. Lo que había logrado yo pasó a valer poco o menos. Lo entendí: ser campeón olímpico es lo máximo. Nos vino bien a los dos para motivarnos mutuamente. A mí, el éxito me llegó más tarde.