La opinión de Carlos Lafuente, empleado público y contertulio.
Escribí mi columna sobre la necesidad de la figura de un relator, hombre bueno, mediador o como quiera que se le quiera llamar en la resolución pacífica y consensuada de conflictos. Pero como la realidad política va tan rápida he tenido que cambiar lo escrito porque perdió su actualidad (que no su vigencia). Y es precisamente de eso sobre lo que quiero reflexionar.
En este mismo medio he dicho en ocasiones anterior como los colores de la política han cambiado, o las geolocalizaciones. Lo de derechas e izquierdas parece ya obsoleto y hacen falta otros referentes conceptuales para localizarnos. Pues lo mismo pasa con los tiempos. Va todo muy deprisa, demasiado deprisa. No hemos empezado a saborear los logros en los presupuestos de los dirigentes socialistas sorianos cuando nos dicen que se convocan elecciones generales con la incertidumbre que eso ocasiona. El debate autonómico y municipal habrá de aplazarse (o confundirlo). ¿Y por qué estas prisas, esta premura en la toma de decisiones que al final no llevan a ninguna parte? Hemos perdido el miedo a equivocarnos. Nos vence el deseo de ser los primeros en apuntar “soluciones” aunque no exista ni el problema. Sería necesario un poco más de sosiego, de templanza, de reflexión en la toma de decisiones. Nadie les va acusar porque se pongan de acuerdo en cuestiones fundamentales para los intereses de la ciudadanía. El pueblo pide políticos responsables y hombres de estado, no mercachifles ni papanatas. Por eso algunos dirigentes locales tienen tan poco recorrido. ¿O no?