Una tumba, una corona de flores, versos pronunciados por los vivos, por Jesús Bárez, concretamente, y una bandera tricolor (morada, amarilla y roja). Probablemente, esa tela le costaría la muerte en solitario –del cuerpo y del alma– al ‘rojo’ de Antonio.
En el plano nacional, sin lugar a duda, la noticia con más calado de la jornada residía en la visita del Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a una serie de tumbas que contienen huesos, polvo (desempolvado este fin de semana) y aires de la izquierda del siglo pasado. Cruzando la frontera, Sánchez se citó, primero, con Manuel Azaña, presidente de la II República española y, a continuación, con Antonio Machado, célebre poeta sevillano, a quien se le relaciona más por su escala en Soria. En boca de Sánchez, la izquierda moderna les ‘debía a una’ a esos dos emblemas, sepultados a pocos kilómetros de España. Pero, a la postre, fuera de España: las almas de Machado y Azaña todavía siguen exiliadas. A nivel estatal, la primicia –reconciliación del presente con el pasado– era esa. Pero, ¿y qué pasa con los aires castellanos que han soplado en Colliure?
En el plano provincial, 25 sorianos, desplazados a Colliure para presentarle sus respetos a su ‘Santo de la Escritura’, han querido demostrar que la colonia machadiana sigue aromatizando todos los recovecos (de San Saturio hasta el paseo del actual Mirón) de su capital. Un lustro (1907-12) bastó para que hoy en día Soria sienta que Machado es tan suyo como lo pueda creer así Sevilla, donde nació el de la Generación del 98. En definitiva y en resumen porcentual, una silenciosa minoría soriana –tan poco ruidosa como la muerte en solitario de Machado en Colliure– atendió a la llamada espiritual de un dramaturgo que cada 22 de febrero decreta que “hoy es siempre todavía” desde el más allá. Los 25 sorianos predicaron con el “se hace camino al andar” para acabar situándose este pasado domingo 24 de febrero en el 80 aniversario del fallecimiento de su hijo adoptivo (1932).
Esa sutil expedición soriana, alejada de ‘Campos de Castilla’ desde el pasado sábado, se fueron hasta Colliure para intentar emular los moribundos pasos que dio Antonio Machado en 1932. Ese grupo castellano visitó la Maternidad de Elne, en la que se atendió en su día a un gran número de mujeres embarazadas y exiliadas. El exilio, la moda de una época que se llevó por delante el gabán de aquella pluma humana tan humilde y pura como elegante, por la manera sencilla que tenía de poetizar los paisajes y las costumbres, como las de aquel “reloj de la Audiencia”, que se está atrapado en la “una” de la madrugada de aquella “¡tan bella! ciudad castellana”.
El día después, un domingo 24 de febrero de 2018, esa cifra que subraya a esos 25 sorianos incapaces de olvidar a un emblema de las letras españolas rodeó el eterno descanso de Antonio. Una tumba, una corona de flores, versos pronunciados por los vivos, por Jesús Bárez, concretamente, y una bandera tricolor (morada, amarilla y roja). Probablemente, esa tela le costaría la muerte en solitario –del cuerpo y del alma– al ‘rojo’ de Machado. Secundados por el Consistorio de Soria, con Carlos Martínez Mínguez en la primera línea del tablero, los sorianos y las sorianas callaban y recitaban en su soledad de ‘Soledades. Galerías. Otros poemas’ versos que no traspasaban el gran cordón de seguridad allí montado. Bajo el sol y el cielo azulado de Francia, el tributo a Machado encontraba el punto fuerte de aquellas dos jornadas caóticas.
De cara a la galería, delante de las cámaras de Televisión Española, el vigente Gobierno se significaba. Sánchez agachaba la cabeza y pedía perdón, con los ojos y con su templada fonética. El homenaje a Machado y a Azaña llegaba “tarde, muy tarde, y a deshora”. Pedro el Breve, abocado a Elecciones Generales y devorado por unos ‘leones’ de la Cámara Baja que no le han dado luz verde a sus Presupuestos, disparaba esos perdones en la Playa de Argelès, símbolo de los desterrados que tenían en ese sitio el lugar para acabar cayendo muertos. “Desde Europa suenan vientos de xenofobia”, decía Sánchez en un punto costero que amamantó tantos llantos sin consuelo.
“Es tarde: cierto. Han pasado muchos años desde que se tuvieron que marchar de España. Tendría que haberles pedido perdón mucho antes por esta infamia, a ellos, a ellas y a tantos otros que permanecen olvidados”, aseguraba Sánchez en un mitin con tintes de disculpas. ¿Se avergüenza la izquierda de su despropósito hacia Azaña, Machado y “esos tantos otros” a los que hacía referencia Sánchez? Almudena Grandes, homóloga moderna de aquel que siguió “estelas en la mar”, salió al paso para disipar cuestiones en el aire: “Que después de 40 años de Democracia, un presidente del Gobierno de España venga a visitar la tumba del presidente de la República significa que se trata de un día histórico”, reconocía la escritora, invitada de lujo en Montauban, donde está enterrado Azaña.
¿Qué atentado cometió Machado para que una de esas “dos Españas” le condenase al ostracismo? Murió solo y enfermo, “hendido por el rayo” de aquel Olmo que sigue en pie delante de la tumba del amor de su vida. Probablemente, el ¿crimen? que perpetró Machado fue el de perder la mitad de su corazón, el cual ya no latería igual desde entonces, en Soria:
Allá, en las tierras altas,
por donde traza el Duero
su curva de ballesta
en torno a Soria, entre plomizos cerros
y manchas de raídos encinares,
mi corazón está vagando, en sueños...
¿No ves, Leonor, los álamos del río
con sus ramajes yertos?
En Colliure, esos 25 sorianos no lo vieron, pero sintieron cómo un Machado “ligero de equipaje” se despojaba, quedándose “casi desnudo”. Y el sevillano más soriano, queriendo o no, unió vida y muerte en el verso de su último poema, el cual está sin acabar. Lo encontró su hermano José. “Esos días azules y este sol de la infancia…”. Machado se despidió de la forma con la que inició ‘Retrato’: “Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla”. ¿Sintió que eran sus últimos días “en la nave que nunca ha de tornar”? El “día del último viaje” de Machado jamás pasará por Soria…