La entidad celeste, que ya se ha reforzado con cinco caras nuevas para el curso 2019-20, se ha desprendido o no ha llegado a un acuerdo con jugadores ‘de la casa’ que tienen un peso específico para la grada del Pabellón Los Pajaritos.
El Río Duero se muestra intermitente en su política de fichajes y salidas. Le da una cal y otra de arena a su masa de apoyo social, la cual, por otra parte, refunfuña a tenor de lo que contempla justo en el término de la temporada 2018-19. Conforme a la nueva planificación deportiva, la entidad celeste se está moviendo rápido en el mercado estival, tanto en las entradas (Óscar Prades, Juanfran Frías, Augusto Colito, Pepe Villalba y Esteban Villarreal) como en las despedidas. La problemática reside en el último de estos apartados, los adioses y la falta de acuerdos para prolongar la continuidad de jugadores afines al beneplácito de la grada: Álvaro Hernández, Alejandro Vinuesa o Luis Martín, pilar capital en la supervivencia del Río Duero un año más en la Superliga. Se avecina tormenta en Los Pajaritos. Una parte importante de la hinchada, significada en la abultada Sección 12, ha empezado a mostrar su malestar.
En el nuevo “aire”, identificado en las propias palabras de Alfredo Cabrerizo, presidente del Río Duero, que adopta el club soriano no acaba de convencer a la afición, la cual ve cómo sus pesos pesados no defenderán su escudo la próxima campaña. Les duele lo de Álvaro y lo de ‘Vinu’. Luis Martín, quien ha sentido “el respaldo de la afición”, también se ha visto abocado a decir adiós, pese a que él quería quedarse porque “estoy como en mi casa”. Antes de que finalizase la pasada Liga, recibió la importante llamada de una entidad puntera de la Superliga. Tras la conclusión del curso, “me hicieron una oferta buena y decidí aceptarla”, desvela Martín, que no desea aclarar, por ahora, a que entidad se marcha. Sobre la propuesta que le presentó el Río Duero, “me hicieron una oferta que no era de mi gusto. Podrían haberse esforzado un poco más. Ya estaban hablando con otros opuestos”, lamenta el opuesto vallisoletano. “Ojalá pueda volver algún día”, se sincera.
El staff técnico, representado en la figura de Manolo Sevillano, entrenador-jugador del Río Duero, puso por las nubes la irrupción de un salvador Luis Martín, quien emergió como héroe en el tramo final de la pasada temporada. El opuesto asumió que era uno de los llamados a tirar del carro. Respondió a las expectativas finales depositadas en él. “Manolo, Elías (segundo técnico) y Alfredo me transmitieron esas sensaciones. Reconforta. Pasé de ser la última mierda a conseguir levantarme”, narra el vallisoletano.
El Río Duero busca navegar en otra dirección. La temporada de los celestes en la Superliga Masculina, al filo de la navaja y bordeando el descenso, ha encendido las alarmas. Se han tomado cartas en el asunto: proyecto nuevo, fichajes ilusionantes y despedidas -acentuadas en las no renovaciones y en la falta de entendimiento- aceleradas. “Tengo clarísimo que la temporada ha sido complicada”, valora Luis Martín, quien matiza que “el nivel del equipo era alto”. Sin embargo, de eso no se come. Se ha incrementado la calidad en la élite del voleibol español. El Río Duero, metido en un lío, acusó ese factor: “La temporada ha sido irregular por nuestra parte”, persiste Martín. “Totalmente, la cabeza nos ha jugado malas pasadas esta temporada. Han salido los demonios de cada uno, tanto por parte de jugadores como por la del cuerpo técnico y la directiva. Ha habido confrontaciones”, manifiesta el ‘13’. Claro, el Río Duero estaba inmerso “en una situación crítica, en un momento tenso”.
“Cada situación, cada partido y cada momento nos llevó a la situación en la que estábamos”. A pesar de que “se le da más importancia de lo que la tiene y de que estábamos en una situación circunstancial”, el fatídico partido inaugural ante el San Sadurniño en Galicia, saldado con derrota (3-2), fabricó muchas sombras. Pasó factura. Lo arrastró el Río Duero, que se tendría que haber tomado aquello “con más manga ancha y tranquilidad”. Se dejó de “confiar” en el plan inicial.
La plantilla era conocedora de que “su punto fuerte” se ubicaba en el papel realizado en casa, en el Pabellón Los Pajaritos, “donde, sacando las garras y defendiendo el fortín, se ha solventado sobradamente la papeleta”, apunta Martín. Insiste en que “el problema se produjo fuera de casa”.
No se atendió a la paciencia. Lesiones (la de Jaime Pérez) y derrotas (tres seguidas en el inicio). “Se tuvo que cambiar de planes y readaptar completamente el equipo. Eso provocó que se tomasen decisiones precipitadas. Apremiaron las prisas”, pronuncia el opuesto. Teniendo “al fantasma detrás de nosotros”, el vestuario llegó a temer por perder la categoría, “a pesar de no haber estado nunca en esos números rojos". La turbia trayectoria se agravó “en la mitad de la temporada”, cuando el Río Duero padeció “todos los duelos directos contra los equipos que estábamos en la misma situación”. Los sorianos, “con el agua al cuello”. El partido ante el Vecindario (3-2) marcó un punto de inflexión, “la salvación” para el Río Duero.
“A nivel de presupuesto”, el Río Duero debería acatar su situación en la Superliga, aceptar que su batalla puede ser librada en la zona baja de la clasificación. Si se indaga en las arcas de los clubes, “esa debería ser la situación para el Río Duero”, comenta Martín. Por otro lado, “a Soria, que llama mucho, quiere venir gente que ha de rebajar su caché”. El opuesto contrarresta: “Con los jugadores que se han anunciado, se puede pelear perfectamente por los puestos de arriba”, apunta desde otra perspectiva. Alega que “todo dependerá de cómo se planteé la nueva temporada”.
“Después de Navidades tuve una situación bastante complicada: exámenes, estaba física y mentalmente flojo y debilitado, la situación crítica del equipo, etc.", subraya Martín. Eso le llevó “a replantearse muchas cosas”, pero nunca la de dejar al equipo en la estacada. Necesitaba “apoyo” y empaparse de “las impresiones” que el cuerpo técnico tenía sobre él. Realizó “una introspección” y logró sacar hacia adelante una dinámica positiva que repercutió sobre el equipo, beneficiado con la reacción de Martín. Esta tuvo en Almería su punto de partida. Poco a poco, “cambié mi actitud en el campo”.
Pulsó el botón de “reinicio”. Martín se llevó ese cambio radical hasta su mismísima cabellera. “Mucha gente me pregunto por qué me decoloré el pelo”, desvela. Era su forma de demostrar que había renacido, “un toque”. Quería “cambiar la cabeza” y necesitaba “verlo reflejado de otra manera” para dar a entender que "ya no era el mismo”; un rubio eléctrico que encendió la chispa de la remontada celeste en la élite.