La afición soriana lleva esperando a la mítica ganadería, al menos, desde 1982. Una multitud en el ruedo obligó a suspender la corrida del Domingo.
Para contar la historia de aquel Domingo de Calderas de 1982 hay que remontarse al 2 de junio de ese mismo año. En Las Ventas sucede un acontecimiento taurino de primer nivel que se dio en llamar 'la corrida del siglo'. Esa tarde los diestros Ruiz Miguel, Luis Francisco Esplá y el soriano José Luis Palomar salen a hombros por la puerta grande con toros de Victorino. El de Ágreda volvería a salir por la puerta grande del coso madrileño 15 días después.
Con el éxtasis taurino al máximo en la ciudad de Soria, los festejos taurinos sanjuaneros se esperaban con gran ilusión. Los reventas hacían su agosto el Sábado cuando Palomar toreaba ante los suyos. Pero las reses de Diego Puerta impidieron a los diestros una actuación digna de la expectación generada.
El Domingo el cartel del día grande estaba a la altura de las circunstancias; Ruíz Miguel, Dámaso González y Campuzano. De nuevo la plaza llena, de nuevo la expectación en máximos, pero esta vez con más esplendor.
La cosa no empezó bien, haciendo aguas por el mismo sitio que el día anterior; los toros. El primero de la tarde, de la ganadería Murube, salió al ruedo pasado de kilos, sin fuerza y se quedó esparramado en el ruedo durante 10 largos minutos. La grada y el torero pedían su devolución al corral, pero la presidencia permanecía impertérrita. Mató Ruiz Miguel con más compasión que arte y se dio entrada al segundo.
Al ruedo el segundo, que en realidad era el quinto del lote. La presidencia, al ver la que allí se estaba formando, decidió cambiar el orden. Más de lo mismo; flojura de piernas, peticiones de cambio de la grada e indiferencia desde el palco. Es entonces cuando varios jóvenes saltan al ruedo en pleno tercio de banderillas. El animal se refugió en tablas hasta que fue retirando, mientras en el ruedo continuaba entrando gente. Nadie sabía muy bien que hacer en aquella situación, la policía atónita, la presidencia mandando sacar al tercero de la tarde y los sanjuaneros al grito de “¡Victorinos, Victorinos, el Marca es un cabrón!”. 'El Marca' era José Luiz Marca Rodrigo, adjudicatario de la plaza de Soria al cual un pleno extraordinario le quito la concesión ese mismo día.
Finalmente, la corrida queda suspendida y la masa se traslada frente al Gobierno Civil. En las calles, protestas con el miedo en el cuerpo de cómo pudiera acabar aquello. En el interior, un grupo de jurados y presidentes de peñas a los que el gobernador pide encarecidamente “díganles lo que quieran, pero quítenme este problema de aquí” según recuerdan los presentes. Los peñistas lograron la endeble promesa de la devolución de las entradas y fue un jurado, megáfono en mano, quien lo anunció a la masa, calmándola y logrando que aquello se fuera disolviendo.
“Un gran escándalo” comenzaba su crónica el 'Campano Soriano'. “Estafa a Soria” tituló 'Hogar y Pueblo'. Lo cierto es que todos los que vivieron aquel Domingo de Calderas recuerda a la perfección aquella surrealista tarde de toros que acabó ante el Gobierno Civil con el miedo de ser reducidos por los 'maderos'. Pasaron los meses y nada se supo del dinero de las entradas. Los presidentes de las peñas fueron llamados para identificar en las fotos a los responsables de aquel altercado, pero -casualmente- no fueron capaces de reconocer a ninguno. Este 2019 Soria tendrá, por fin y si el tiempo no lo impide, sus Victorinos.