Nueva entrega de las Crónicas Kronlund, de Roberto Vega

Nuestro colaborador y columnista Roberto Vega sigue al pie del cañón en las pruebas para el circuito de orientación en Pinares.

He aquí su crónica sobre una actividad de aire libre y ocio que centra la atención este área provincial sobre el Model Event Duruelo de la Sierra. Crónicas Kronlund

Los orientadores cuentan con un lenguaje propio y con muchas particularidades competitivas. Distinguen entre entrenamiento y model event: con el mapa entre las manos apreciamos que la diferencia está en que en éste no estás obligado a seguir un orden en la conquista de las balizas ya que no hay líneas magenta que las una. Ya poseo el mapa de un terreno desconocido para mí: ¡qué bien hice en venir aquí!

La estrategia del centro logístico instalado en el C.R.A. Pinar Grande es nítido como los pinos rectos, altísimos, limpios y los helechos que cobijan: San Leonardo de Yagüe, Navaleno, El Amogable, Abejar, Playa Pita, paisajes intemporales que surca una pista asfaltada que además de buena para la bicicleta hace no tanto cobijaba por marzo una media maratón y Duruelo de la Sierra con el Urbión emblemático. Duruelo de la Sierra sabe a madera, ganadería, historia y paz, como toda la comarca de Pinares Soria.

Me ayudó un japonés a encontrar la baliza de salida. Como es mi costumbre ancestral comencé mal con el primer control elegido al capricho mío. Lo que para la mayoría es fácil de resolver, a mí me cuesta demasiado. Pero comprendí espontáneamente lo que significa desenvolverme hacia el oeste: reaccioné de inmediato, apliqué sentido común y no paré de navegar por un suelo lleno de agujeros y palos tronchados, miles de palitroques traicioneros como los de Raso de la Vega en Covaleda donde en Mujer Deporte y Orientación 2016 me estropeé para siempre el menisco izquierdo.

Los orientadores cuentan con una simbología propia: por ejemplo diferencian curso de agua de surco de erosión que yo iba distinguiendo concentrado mientras ponía rumbo al norte. Despacito, con la brújula omnipresente, fueron cayendo las balizas escogidas al capricho mío hasta cruzar el río Triguera por las piedras y encontrarme con los helechos… No quería troncharlos: ¡extraordinario momento!

Ahora el rumbo es al este: misma tranquilidad, idéntica pericia, mismo sentido común. No puedo describir la felicidad que sentía. Luego, casi de inmediato, el rumbo es al sur. Todo parecía aleccionador, envuelto en dicha y bosque ideal para aprender y fotografiar.

Mientras escrito esta crónica (que a partir de Molinos de Duero mudará a Crónica Kronlund) analizo una y otra vez cómo me pude desviar tanto al este mientras bajaba hacia el control 31… ¡Queda tanto por aprender!

Por cierto, tuve que devolver la ayuda a una orientadora que buscaba en su coche, antes de la serrería, dónde estaba el punto de partida.