La opinión de Alejandro Ramos, profesor universitario y secretario NNGG Soria.
De rivales a compañeros. De compañeros a rivales. Quizás sea porque, de momento, carezco de la experiencia necesaria, pero no soy capaz de entender cómo una persona puede pasar de defender con ahínco y pasión unas determinadas siglas, en las que siempre ha creído, a postularse, de la noche a la mañana, en su contra.
No creo que sea necesario citar ningún caso en concreto, pero resulta muy curioso ver cómo esta moda, convertida en tendencia, se repite, con mayor frecuencia, en vísperas de elecciones. Además, estos cambios de chaquetas no entienden de colores políticos, ya que sus protagonistas, seducidos por cantos de sirenas, son capaces de desfilar tanto de derecha a izquierda como de izquierda a derecha, pasando por el centro.
En la mayoría de los casos, las expectativas de poder y la conservación permanente de un cierto estatus social y económico, son las principales razones que sirven para justificar la existencia del cambalache entre partidos políticos.
Bajo mi punto de vista, más allá del reproche moral, ético y político que se pueda hacer de la situación, existe un verdadero problema de fondo: hoy en día, se está convirtiendo el cargo de político en una profesión.
No resulta muy convincente saltar de un partido a otro, con la única intención de aferrarse, de forma permanente, a un determinado cargo público, entendiéndose este como algo propio y persiguiendo únicamente el beneficio personal. Hay que ser capaces de diferenciar el hecho de ser político con el de estar en política, ya que no tiene nada que ver.