La opinión de Roberto Vega, entrenador de base.
Para ir a Valonsadero a correr el XXVI Cross con bajas temperaturas, viento del noroeste y bastante humedad es requisito tener costumbre de entrenar antes. Durante el peregrinaje hasta el Monte apagué la radio para escuchar cada detalle del silencio implacable de la Naturaleza a las 9 h. mientras la parafernalia del evento se alzaba por encima de verdes y rocas. Así lo recuerdo, magnífico evento que ahora no aglutina pasiones foráneas muy a pesar del esfuerzo que está invirtiendo la Delegación Soriana de Atletismo.
Me agrada saludar mientras ando por el nervioso circuito perfecto, estar solo por la pradera, los espinos y los hongos; contemplar la nieve en el riscal de la Sierra Cabrejas; calentarme con un café del Chicote; deambular por entre las ¡4 carpas de equipos!; ser testigo de la foto del estamento de jueces; esperar a que salgan las cadetes, esperar a que recojan sus dorsales mis atletas.
Son bastante más discretas las competiciones de Orientación que se hacen también en Valonsadero y participa muchísima gente. Amo las dos modalidades. Sospecho que el declive que estamos viendo en el Cross se debe a un cambio de costumbres. Saberse adaptar a las circunstancias, me susurra Whitman Dylan. Amo profundamente el Monte Valonsadero.