Un viaje

Planteo un acertijo filosófico: ¿permanencia o movimiento?

Echar combustible al coche no en Soria ni en Abejar, sí en San Leonardo de Yagüe. La luz cayendo decadente un atardecer de fin de año propicia parar por las fronteras de Páramo de Masa: Burgos, cabeza de Castilla, también sin gente. Buscamos el mar por el corredor verde Saja-Besaya, encontramos encrucijada de caminos con mástil de diez metros donde ondea la bandera española con la misma elegancia que otras regionales sobre plazas emblemáticas o cerros estratégicos. Tempus fugit: la desembocadura del río piragüista al Cantábrico un diciembre de temperaturas primaverales nos sugiere las alturas inaccesibles de don Pelayo y los sencillos sepulcros de nuestra Historia. Y de nuevo el contacto con la gente. Encontramos Gijón: evolución, encanto, la certeza del mestizaje cultural, la continuidad del legado. Otra vez el vetusto movimiento (oh, Santiago, Salamanca, Oviedo). Montañas sin nieve, cuánto ocio y tiempo libre. En el Pajares hace ¿verano provisional? y ¡oh, Camino de Santiago! Subir del mar casi 1.400 m. para descender dulcemente en la locomotora férrea de Ignacio Aldecoa por La Robla. Antonio Gaudí en León, calle Ancha arriba hasta la mismísima agonía del sol sobre la catedral.