La penumbra

Las pisadas son nuestras compañeras; también la luz del atardecer, a la que abrazamos. El cielo cubierto, la tierra mojada, el afluente a rebosar, unos ecos misteriosos dentro de los encinares. Tres corzas se pararon intrigadas para mostrarnos su espejo anal blanco mientras huían por los desniveles de San Marcos.

Un joven con su mascota, una mujer sin bastón, un hombre bajito, una pareja que saluda, unos perros sueltos ladrando a otros perros guardianes, un par de amazonas a caballo… La vía verde del ferrocarril guarda múltiples hitos de un pasado esforzado y severo que desaparece.

Se está echando el atardecer. Las primeras luces son dos de Losán mucho antes de pasar por la cuadra, distinta a la que conocimos, con ecos de música suave de radio y a la que en su momento ayudamos a crecer, todo ello anclado en un rincón bucólico. Los accesos súper acondicionados a la ciudad del fútbol ya no muestran la pancarta “respeto con el árbitro, la afición y el rival”. O no la veo…

La iluminación naranja se impone. Nuestros pasos resuenan en el asfalto oscuro, la circulación se altera, por los ribazos yacen sin ningún fin deshechos que nos observan como integrantes del paisaje nocturno de nuestra ciudad que permite el disfrute en cualquier jardín.