Artículo de opinión de Eder García.
Hace ya algunas semanas que dejamos atrás el estado de alarma y el confinamiento para pasar a lo que algunos llaman “nueva normalidad”. Con la recuperación de la libertad de movimiento y las ganas acumuladas de dejar atrás momentos más tristes, algunos han abandonado la prudencia y el más elemental sentido del civismo. Es cierto que son los menos, aunque sus actitudes puedan llegar a afectar a muchos.
Parece mentira que haya personas que decidan, desde el egoísmo y la ausencia del más mínimo sentido común, reunirse en locales abarrotados o celebrar botellones sin contemplar un para nada la seguridad. Es un comportamiento que afecta a gente de todo tipo aunque, por desgracia, parece más visible entre personas jóvenes.
En todo caso, yo prefiero quedarme con lo positivo: en este tiempo han surgido multitud de iniciativas solidarias, en muchos casos promovidas por personas jóvenes voluntarias, y el sentido de comunidad y los lazos de vecindad se han reforzado.
En este punto quiero detenerme. Al principio pensaba que era una sensación propia, pero he podido contrastar con varias personas, de Soria y de fuera, la misma percepción: desde el primer día, el comportamiento de la sociedad soriana ha sido para nota. El uso de las mascarillas está completamente generalizado, las personas respetan las distancias en los establecimientos y los comportamientos incívicos son anecdóticos.
Voy un paso más allá. Durante los días en los que se tenía que haber celebrado San Juan, Soria fue un ejemplo frente a otras localidades, incluyendo hosteleros y ciudadanía. Creo que no podemos bajar la guardia, pero si tener cierto nivel de orgullo por hacer las cosas bien.