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El no verano

El no verano

Actualizado 05/10/2020 14:00

Tribuna de Carlos Castro para Soria Noticias del mes de octubre. Consulta aquí la ilustración de este artículo.

Se va apagando la luz poco a poco, baja la intensidad del sol y aparecen las primeras lluvias. Una bandada de gorriones salen espantados de la parra cuando te acercas, escondidos en la frondosidad de las hojas dan cuenta de las uvas ya dulces, desde un tejado cercano esperan que te vayas para volver rápidamente.

Este verano se va acabando, un “no verano” diferente, este septiembre no se mueven con el aire los banderines multicolores de fiestas que cruzaban la plaza de lado a lado, ahora completamente vacía.

Siguen los bancos ordenados en su sitio en un lateral sin que los chavales los agruparan desordenados para contarse sus historias en las calurosas noches de verano, no están las marcas de los tangos en el cemento de los campeonatos de tanguilla, ni las líneas de tiza marcando el sitio de los bolos, no hay flechas que indiquen el camino a vecinos “metidos” a deportistas que corren por nuestras callejuelas en infinidad de carreras que se organizan. A todos nos ha faltado algo este verano y a algunos todo, por la pérdida de algún familiar.

Los pueblos se han llenado quizá más que nunca, muchos han buscado el refugio de la amplia casa familiar del pueblo y la libertad de nuestras calles después de la condena del confinamiento, han buscado refugio en la soledad y la distancia social. Refugio en paseos con los convivientes carretera adelante, saludando de lado a lado. El pueblo ha sido la liberación a la condena del arresto domicilario de los duros meses de marzo y abril, había ganas de aire, de luz y de libertad.

Un simple paseo en el regreso a tus orígenes, de los que se fueron y ya no son de aquí ni de allá, los que son sorianos en Madrid y madrileños en Soria. Pero no, son siempre de aquí , todos somos de nuestra infancia, emigrantes para siempre, emigrantes de sus recuerdos, emigrantes soñando con volver.

Ahora les llaman los de la diáspora, pero no, son tan sorianos o más que los que nos hemos adueñado del derecho a ser soriano por el hecho de vivir aquí. Durante años nos hemos habituado a la soledad, a la costumbre de no ver a nadie y a veces cuesta encontrar nuevas interacciones en los pueblos solitarios donde ya están las costumbres definidas entre vecinos y nos cuesta asimilar que un tercero venga a cambiar lo que creemos propio y que, en realidad, no es de nadie. Y ahora mas con la pandemia del coronavirus, aun mas extranjeros en su tierra, por si algún autóctono les reprochaba algo. No se han ganado el derecho de venir, son de aquí, y se han comportado.

El siempre socorrido centro social ha estado cerrado y únicamente se ha podido encontrar algún corro de los habituales en la callejuela , echando alguna cerveza casera, y poco más. No ha sonado la verbena de pasodobles y clásicos del verano, ni hemos subido corriendo a cenar en el primer descanso, ni el Julio nos ha cantado en Almazul el bingo con mas salero del campo de Gómara. Subido al escenario y exagerando el acento autóctono cantaba los números entre la niña bonita del quince y el del punto abajo que es el “zeis”.

Pero siempre nos quedaran las estrellas, de eso si que podemos presumir y sabemos que no se irán nunca. Si hay algo que hemos podido hacer es tumbarnos en lo alto del depósito de agua en la oscuridad de las eras más altas del pueblo, mirando al cielo, un cielo claro y ver las estrellas fugaces, “la has visto, alaa que pasadaaa...”. En estas noches de verano es como si estuvieses dentro de la profundidad del espacio, en 3D. La vía láctea, la galaxia a la que pertenece este sistema solar luce como un camino en la vertical que cruza el cielo de lado a lado. El carro, las siete cabritillas, la osa polar… el norte.

Ya llueve. Todos se han ido, y todo cambia, los olores y la aspereza de la vegetación reseca del verano se torna más suave en el campo húmedo, que se prepara para otra nueva otoñada. Comienza un nuevo ciclo donde parece que este año por suerte, sí habrá setas. Los agricultores preparan afanosos los aperos para levantar la tierra y empezar la siembra de una campaña que acabará el próximo verano, que este sí, esperemos, sea de nuevo un verano normal y sean de nuevo todos bien recibidos y podamos bailar en la plaza, sorianos de aquí y de allá.

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