La iglesia del convento de las Madres Concepcionistas de Berlanga de Duero ha acogido esta mañana la celebración de una misa para conmemorar el centenario de una de sus vecinas más longevas, Dionisia Mingueza Vallejo, quien ha estado acompañada de numerosos familiares y amigos en esta entrañable jornada.
Dionisia Mingueza Vallejo, nació el 9 de octubre de 1920 en Aguilera, localidad perteneciente a Bayubas de Abajo. Su infancia se desarrolló en dicha localidad, concretamente en el Molino Blanco situado entre la estación de tren y el pueblo de Morales. Su padre era el molinero. Allí nació y pasó parte de su etapa infantil y juvenil. Estudió en la escuela de Aguilera a la que iba andando desde su domicilio que estaba a 1 km. Era la más joven de tres hermanos.
Se casó en Aguilera y después se fue a vivir a Berlanga de Duero. La profesión de su marido era agricultor por lo que ella le ayudaba en las tareas del campo y se encargaba de las labores domésticas. Tiene un hijo, Julián, y una hija, Elena, así como varios nietos y nietas.
Dionisia ha sido siempre una persona muy afable, los que la conocen la definen como muy razonable. Destaca por la tez y la piel de su cara, “muy castellana” que acompaña a su personalidad.
Sigue viviendo en su domicilio de Berlanga de Duero y conserva una de sus grandes aficiones: la lectura. Posiblemente sea la “clienta” más longeva de la Biblioteca Municipal de la localidad. Lee el periódico todos los días, así como libros, que aunque sin ayuda de gafas, los prefiere que sean de papel blanco para facilitar su lectura.
La conmemoración de su centenario se ha celebrado hoy coincidiendo con su cumpleaños, el 9 de octubre. La han acompañado sus familiares más cercanos y queridos. Su propio nieto, Enrique Rubio, diputado provincial, le ha hecho entrega de la placa conmemorativa que realiza la Diputación provincial, al que también ha acompañado la diputada responsable del área de Servicios Sociales, Eva Muñoz, que le dado el pergamino donde se recoge el acta de nacimiento de la nueva centenaria.
Enrique Rubio ha querido destacar en el acto que “por suerte he tenido la fortuna de aprender de mis abuelos. Un patrimonio de sabiduría al que nada económico puede superar. Un privilegio más que tenemos los que hemos seguido creyendo que se puede vivir en los pueblos”.