La hostelería soriana dice basta: “Nos están arruinando la vida”

Cono un funeral. Uno de esos en los que entran ganas de llorar pese a no conocer al difunto. Aunque en este caso lo conocemos todos. Es el bar de la esquina, el restaurante donde solemos ir a comer con la familia, el del café de media mañana y el de la copa de las grandes noches. Es el puesto de trabajo del camarero que nos aguanta en los días de mierda y el de quién nos tiene ya puesta la copa con solo vernos entrar por la puerta.

La hostelería soriana ha celebrado hoy un sepelio que de simbólico tiene poco. "Nos están arruinando la vida", declaraba el portavoz de la patronal de hosteleros sorianos. La hostelería en Soria calcula que da empleo directo a 3.000 personas y las previsiones son de que uno de cada tres hosteleros no volverá a abrir la persiana.

El funeral de la caña con los amigos, de las tapas y de las bravas. El del café que es confesión, el de la caña que es reencuentro y el del almuerzo que ayuda a llevar una dura mañana de trabajo. Es el funeral del bar donde tuviste aquella primera cita y de aquel otro (menos guay, pero más tuyo) donde la olvidaste en alcohol. Porque esa es la magia de los bares, que hay uno para cada ocasión.

Medio millar de personas se han concentrado hoy ante las puertas de la delegación de la Junta de astilla y León en Soria para protestar por el cierre de la hostelería. Al grito de "no somos culpables, somos víctimas" y cazuela en mano los hosteleros sorianos reclaman ayudas. "Si nos expropian nuestro derecho a abrir nuestro negocio nos tendrán que pagan", reclaman.

Allí estaban todos. Los hosteleros de toda la vida y las nuevas generaciones. Los de Soria y los de la provincia, los que pertenecen a asohtur y los que no. La actriz Tatiana Ramos leía un comunicado mientras un ataúd entraba en la plazoleta ante un nutrido despliegue de Policía Nacional. Allí estaba el del bar donde ves la Champions, los de la cafetería de las meriendas entre amigas, el del discobar donde en condiciones normales apenas se puede entrar y hasta ese camarero que parece que se molesta cuando le pides algo. Allí estaban los bares de las rondas de San Juan y el bar de tu pueblo, ese que mantiene viva la llama del pueblo cuando apenas queda nadie.

El sector señala que ya no tiene ahorros tras la primera crisis. Pide a los políticos que se pongan a trabajar y que consensuen las medidas. Reclama ayudas directas y rápidas para poder subsistir y se pregunta de qué sirven cosas como las luces de navidad cuando no hay bares abiertos. “Nos están arruinando”. Un grito de desesperación, una lágrima que uno no puede contener cuando ve sufrir a una parte esencial de su vida.