Tribuna de opinión de Roberto Vega.
Saboreábamos una infusión de jazmín sentados fuera del Enjoy Coffee en una de aquellas tardes de octubre en que la hostelería empezaba a soportar el cierre por orden política antes de cenar. Evocábamos, como queriendo retener el tiempo que pasa, las excelencias de Soria y las de Córdoba donde gocé en un patio del barrio judío mientras una guitarra culta nos ofrecía mestizaje y estío.
Alzheimer Soria surgió en 1995; declarada en 2001 por el Ministerio, Asociación de Utilidad Pública. Es más que una asociación de referencia respecto a demencias y enfermedad de Alzheimer, empeñada en favorecer cauces de apoyo a la Investigación desde 2010 y empecinada por trabajar en 9 programas que mejoren la calidad de vida de los enfermos y de sus familiares, con 26 profesionales y unos 40 voluntarios. En 1996 se registró como entidad de carácter asistencial; en 2005 fue Premio Valores Humanos José Luis Argente por la Fundación Científica Caja Rural. Y tras 25 años de incuestionable entrega laboral (y reivindicativa clamando a la política española) sus objetivos específicos permanecen: apertura y mantenimiento de centros (Soria y Ólvega), impulsar la atención integral y especializada en demencias contribuyendo al reto desmesurado de tratar la enfermedad de Alzheimer reivindicando con salero que pacientes y familias tengan consideración dentro de los sistemas sanitario y social que la política española aún no asume en todos los territorios por igual.
A los dos nos iba envolviendo la noche… Reivindico aquel afán comunitario que supuso la Exposición/Subasta pro equipamiento del Centro de Día de San Hipólito a finales de 2000… el apoyo valioso de Ayuntamiento y Diputación para este año covid-19 que acaba… la afortunada renovación del Convenio de colaboración con la mecenas financiera Caja Rural… la Junta que también está en ello.