Cartografías del silencio

Entre ellas y el torrente del río se encuentra mi cuerpo, herencia de esas pieles inexistentes nutriendo la tierra, lejos de la penitencia. El silencio que yo deseaba romper en vosotras, Abuela, Adrienne, era una retahíla que se teje de forma circular y de adentro hacia la calle, como las boinas invernales, Abuela, igual que las ascuas que dejaste ardiendo, Adrienne. Las hogueras, por fin, habitadas e inmensamente profundas. La intimidad enhebrada con un hilo afilado, cortante, en el mismo lenguaje con distinto orden. Podemos mirarnos la una a la otra a través de nuestras vidas, Abuela, con el espejo de Adrienne, en el que la luz anda buscándolo, sin descanso y medio ciega, un cristal roto inabarcable.

El paisaje comparte la niebla en distinto horario, con rascacielos y encinas danzando al mismo ritmo, justo antes del amanecer. Engendradas por vosotras, la búsqueda permanece más allá de la perspectiva, y las ventanas empañadas se deshacen, líquidas. No hay silencio posible que acompañe a la cartografía de la sangre, sonidos crudos que recuerdan el yugo. La geografía buscando significados en ellas, y el grito de una voz ilegítima rompe la noche. Existo por vuestra memoria retumbando el campo, destruyendo la flor artificial que nos atraviesa al nacer, debajo de la piel. En el territorio ilimitado, busco vuestras erupciones de la cotidianeidad, al calor de la lumbre y quemándome la punta de los dedos. Ten cuidado, cada cima es un cráter. Arranco vuestras sombras de la pared y me arropan con un tejido apacible cercano al tacto. La confusión de la ausencia bañada de silencio quedó en otro lugar. Busco las ventanas iluminadas que indican refugios de mujeres, que son continentes frondosos, más agua que tierra. Mujeres hambrientas negadas por el sufrimiento eterno, la violencia de la malnutrición tomó gestualidad cuando les pidieron alimentar el mundo. El paraje habitado sigue oliendo a su belleza.

Esa es la verdadera naturaleza de la poesía. El impulso de conectar. El sueño de una lengua común. Para regresar al camino concreto, elijo vuestros susurros, Abuela, Adrienne. Sigamos yendo hacia la nieve.

Una invitación a la lectura en comunidad. Este espacio nace desde esa pretensión, buscar la colectividad y el acompañamiento a través de lecturas, películas y sinfonías. El sueño de una lengua común, de Adrienne Rich, es el poemario que nos acerca por primera vez. El poema como lugar político e íntimo es lo que logra Rich con una belleza sobrecogedora. Marie Curie, Paula Becker y Audre Lorde son algunas de las compañeras de viaje de este libro. A través de diferentes vidas y perspectivas da forma a una experiencia que atraviesa geografías y cuerpos para buscar una voz que se encuentre en el unísono.

Adrienne Rich (Baltimore, 1929-Santa Cruz, California, 2012) fue una poeta, ensayista, académica, intelectual y una de las escritoras más influyentes del movimiento feminista. El sueño de una lengua común reúne poemas escritos entre 1974 y 1977. Este fue el primer libro que escribió Rich tras reconocer públicamente que era lesbiana, lo que ayuda a comprender la rabia desatada y la pluralidad de sus versos, con el afán de buscar un lenguaje común para crear un diálogo entre las mujeres. La vida doméstica se transforma en el lirismo más puro y la posible conversación pictórica entre la naturaleza y un vaso de leche. El poemario se divide en tres partes, transformando en la segunda el discurso amoroso hegemónico hacia una legitimidad lesbiana. Fue un texto revelador, y lo sigue siendo, en la segunda ola del feminismo. Un libro donde buscar refugio y un recordatorio de que pensamiento, arte y política van siempre de la mano.

Editorial: Sexto Piso | Precio: €20.00EUR