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Raquel Díaz Reguera: "La literatura infantil está muy infravalorada porque se asocia a la crianza, los cuidados y las mujeres"

Raquel Díaz Reguera: "La literatura infantil está muy infravalorada porque se asocia a la crianza, los cuidados y las mujeres"

Actualizado 12/03/2021 22:15

Charlamos con la escritora e ilustradora de literatura infantil, que protagonizará el I Ciclo de Encuentros Feministas el viernes, 12 de marzo.

En ‘Martín (Hache)’ el personaje interpretado por Federico Luppi le dice a su hijo, un jovencísimo Juan Diego Botto, que la patria es una quimera: “El que se siente patriota, el que cree que pertenece a un país, es un tarado mental. La patria es un invento”, sostenía el patriarca con la bilis en la punta de la lengua. A Raquel Díaz Reguera (Sevilla, 1974) le pasa algo muy parecido. Cuenta a este diario que su familia es su “única vinculación con el mundo”. Como si la patria fuese un éter, una bandera con olor a chocolate y domingos de cocido, una banda sonora con películas de Berlanga de fondo. Como si fuésemos de quien nos besa en las llagas y eso nos hiciese un poco más libres. Como si no estuviésemos circunscritos a un espacio concreto.

También comenta que se dedica a la literatura infantil y la ilustración porque empezó a escribir los cuentos que les contaba a sus hijos, que cuando se fue a Madrid, cogió sus letras, se presentó en estudio donde Sabina grababa 'Esta boca es mía' y acabó haciéndole los coros en ‘Ruido’, y que el motivo por el que cuenta historias en formato álbum es que de pequeña frecuentaba la papelería de su abuelo y los libros troquelados. El viernes 12 da un coloquio en el marco del I Ciclo de Encuentros para el feminismo.

¿Cómo empiezas en el mundo de la ilustración y la literatura infantil?

Yo empiezo porque me convierto en madre. Estudié Bellas Artes y me fui a Madrid, y me dediqué al mundo de la música. He sido letrista muchos años para muchos artistas durante muchos años. El mundo de la música nos abandonó en cuanto el formato físico dejó de existir porque la economía de los autores se fue al garete. Yo tenía pareja desde hacía muchos años y quería ser madre y volví a Sevilla. Aquí empecé a escribir los cuentos que les contaba a mis hijos. Descubrí, como madre, que había una forma preciosa de contar historias uniendo el texto y la ilustración. Para mí es la antesala de lo audiovisual. Escribí ¿Hay algo más aburrido que ser una princesa rosa?’ y se la mandé a mi primer editor, Tule. Y triunfamos. Pero es curioso porque siempre identifica como una autora que escribe sobre igualdad y simplemente ha sido un aprendizaje como madre, de las cosas que les pasaban a mis hijos. Por eso funciona tan bien en los colegios, porque habla de cosas que le suceden realmente a los niños y pone sobre la mesa una jerarquía que nosotros como padres desconocemos, porque en el colegio se establecen otros mundos al relacionarse con niños tan diversos.

También compones canciones, he leído que viviste 10 años de la música

Y me encantaba. Bueno, casi todas las ramas artísticas me gustan, me entusiasman y me suscitan cierta curiosidad. La música tiene para mí algo que no tiene ningún otro idioma y es que sin palabras puede hacerte pasar de una emoción a otra en un soplido. No hay nada que pueda hundirte o levantarte más.

Toda mi vida musical la he desarrollado junto a mi hermana Nuria. Las dos nos fuimos a Madrid con nuestras letras debajo del brazo. Teníamos la suerte de tener amigos músicos, entre ellos el productor de Joaquin Sabina, y estaba justo grabando en un estudio a 200 metros del zulo al que nos fuimos a Madrid. Bajamos y grabamos los coros de ‘Ruido’ y a partir de ahí empezamos a escribir con la suerte de que nos ficharon en Universal y en Warner.

De hecho, he visto que en los libros que editas a través de Vuelaletra, tu propia editorial, incluyes partes musicales en todos los cuentos

Sí, con Vuelaletra la intención era recuperar ese mundo de cantar los cuentos. Mi hermana Nuria también ha editado un cuento con canciones suyas e ilustraciones mías que se llama, ‘Ahora qué va a pasar’, una canción que le cantaba a mi sobrina y que después convertimos en cuento. Mi sobrina cuando era pequeña quería ser una vaca (risas) y habla de todos los tipos de vacas. De ahí salió la idea de fundar una editorial donde las canciones tengan presencia. Todos los cuentos tienen una canción y todas esas canciones las cantan mis niños, que quieren ser todos músicos. Es un formato muy familiar en el que yo y mi hermana pensamos conjuntamente las ideas. De hecho, vamos a sacar ahora un libro sobre la violencia de género integrado en una versión de ‘La ratita presumida’. Es una manera de tener nuestro punto creativo común y darle un formato, un soporte físico.

¿Qué opinas de hablar con cierta condescendencia a los niños o incluso de excluirlos de algunos temas sociales porque se consideran muy duros para una edad temprana? Temas como el machismo, la muerte o las enfermedades mentales, por ejemplo

Bueno, yo creo que desde el momento en el que nacen en el mundo actual no queda más remedio que hablar con ellos. En mi relación con mis hijos me parece importante que me cuenten sus cosas y yo contarles las mías: que vean que somos todos humanos, que lloramos. Yo no entiendo a esos padres que les esconden a sus hijos que tienen emociones. Creo que es importante transmitirles a tus hijos cómo estás, además de preguntarles qué tal les va a ellos, porque viven en este mundo. Yo creo que es fundamental. El cuento para trabajar esto es un formato mágico para esto. Una forma de que se sientan identificados sin apelarles directamente. Sin culparlos. A un niño o niña le resulta más fácil hablar del acoso si se lo presentas como algo externo, por ejemplo. Como te decía, todos los libros que he escrito son cuentos que les cuento a mis hijos y a medida que han ido creciendo, los cuentos y yo también lo hemos hecho.

‘¿Hay algo más aburrido que ser una princesa rosa?’ Es todo un manifiesto contra los roles de género, ¿cómo te influyó a ti ser una niña?

Yo crecí en una casa donde mi madre hacia también el papel de padre. Un mundo de mujeres a las que yo admiraba muchísimo. Yo pasé mi infancia en un colegio muy particular que fomentaba mucho la creatividad, porque fue una época en la que se empezó a buscar fórmulas diferentes dentro del campo de la enseñanza. Crecí en un entorno en el que la igualdad era un hecho. Muy peculiar. Por eso me impresionó tanto que mi hija quisiese ser una princesa rosa, porque yo jamás lo busqué. No pasa nada porque quieras serlo, que no se me malinterpreté, pero mis preguntas a mi hija Violeta eran por qué. No entendía qué había de especial. En los coles cuando se les pregunta por el príncipe, los tacones, los vestidos ajustados… Ellas mismas se lo piensan dos veces (risas).

De todas formas, creo que a día de hoy no hay menos trabas para las niñas que las que había en mi época. Es más, hemos normalizado algunas. Las cosas que pasaban hace 40 años eran tan claramente discriminatorias hacia la mujer que cada avance era muy visible. Hemos asumido y normalizado los micromachismos. Cosas que vivimos sumidos en la cotidianidad más absoluta. Todo lo femenino se presenta como algo frágil y dulce.

He leído una entrevista en la que comentabas que tu madre te leía muchos cuentos y que, en parte, te dedicas a esto por ello, ¿cuál era tu favorito?

Mi madre no me leía cuentos, me inventaba cuentos. Era muy divertido porque nosotros veraneábamos en el campo. Todos juntos. Con mis primos. Teníamos una habitación con literas en la que dormimos todos juntos y por las noches mi madre nos contaba historias en las que nos iba integrando uno a uno. Todos esperábamos a que llegase nuestra parte. Aún tengo imágenes en la cabeza de esas historias.

Mi abuela sí me leía más cuentos clásicos. Iba todos los fines de semana a su casa, que era mi lugar favorito del mundo y el que más me gustaba era ‘El enano saltarín’. Se lo pedía cada noche y me cantaba también una canción. Cuando crecí y empecé a leer yo, el libro que más me impresionó era ‘El bolso amarillo’, de Lygia Bojunga. Va sobre una niña que tiene muchos conflictos internos que pide tres deseos y los esconde en su bolso amarillo. Tengo que volverlo a leer. Lo recuerdo como un antes y un después.

Tal y como comentabas, los cuentos que escribes son los que le contabas a tus hijos, ¿es difícil escribir literatura infantil?

La verdad es que me resulta muy divertido y gratificante. También hay veces que escribo de forma más adulta. Ahora que mis hijos han crecido y se hacen más mayores noto que el formato largo me cuesta menos que antes. Tengo muchas ideas de álbumes pero empiezo a escribirlas cada vez meno. La palabra me está llevando al mundo más adulto y creo que tiene que ver con no tener niños tan pequeños en casa.

Con tu último libro, ‘Ellas’ haces un repaso histórico a través de rostros femeninos de la época, ¿qué mensajes serían útiles transmitir a los niños para seguir avanzando en la igualdad en un sistema tan patriarcal como el que vivimos?

Yo creo que la única forma es normalizar la igualdad. Normalizarla hasta el punto de no tener que celebrar un Día de la Mujer. Las feministas me van a matar. De no ser vista como colectivo. Somos individuos. Por supuesto, me parece bien que se haga un homenaje, pero en occidente estamos infinitamente mejor que otras sociedades. Aunque normalizamos cosas que nos parecen muy anormales en otras. Por ejemplo, ¿en qué momento las niñas empiezan a jugar a cosas que se consideran “de niñas”? ¿Por qué hay juegos de niñas y de niños? Porque lo han aprendido. Porque a las niñas se les regalan muñecas y a los niños no, como si los cuidados fueran una cosa de niñas. Como si las emociones no fuesen para los niños. El modelo masculino también es dañino, pero al menos es un modelo que no depende de otro para estar completo. El problema del modelo femenino es que la mujer que no tiene pareja o que no encuentra al hombre perfecto es una mujer incompleta. El éxito del hombre en esta sociedad está basado en tener: trabajo, casa grande, mujeres, y el de la mujer en tener una familia a la que cuidar. Entonces ese patrón sigue estando ahí y es el que hay que cambiar desde la educación.

Raquel díaz

Raquel Díaz Reguera pintando un telón. Fuente: Raquel Díaz Reguera

Cuando hemos empezado a hablar de este tema, has comentado “las feministas me van a matar”, ¿no te consideras feminista?

Me considero absolutamente feminista. No se puede ser otra cosa. Lo que considero es que no se puede no ser feminista. El feminismo es igualdad, derechos. Si no crees en la igualdad entre hombres y mujeres de cualquier raza tienes un problema. El feminismo no tiene que ser una cosa de mujeres, tiene que ser una bandera social. El feminismo es lo justo. Lo lógico. Yo solo quiero que mi hija y mi hijo tengan los mismos derechos y los mismos deberes, nada más. Y mientras no sea así nos estaremos equivocando.

No sé si has leído ‘Coñodramas’ de Moderna de Pueblo, una compañera tuya. En él toca muchos temas del feminismo que están ocultos dentro del movimiento, como la maternofobia. ¿Sientes que existe ahora mismo cierta maternofobia?

Creo que hemos olvidado que a nosotras nos han criado nuestras madres y nuestrs abuelas en un contexto que era el que era. El mundo de los cuidados, de los afectos, de la educación se desprecia porque los hombres no lo hacen. Está ninguneado porque los hombres no se dedican a ello y es algo que me parece en sí mismo profundamente machista. Creo que lo fundamental es respetar siempre hagamos lo que hagamos. A la persona que elige no ser cuidadora y también a la que decide serlo. Yo he criado a mis hijos con una felicidad absoluta y me gustaría pensar que, si fuese hombre, habría hecho lo mismo. Por desgracia, creo que el afecto y las emociones son algo que no es para el género masculino y hay que olvidar que hay comportamientos femeninos o masculinos, porque la educación emocional es básica. Mi única vinculación al mundo, por ejemplo, es la gente a la que quiero.

¿Cuáles son tus referentes en el sector de la ilustración, la literatura infantil…?

Yo admiro a medio planeta. No entiendo a la gente que no se enamora del trabajo de los demás. Rebecca Dautremer, por ejemplo, me parece un hacha a nivel técnico, sin ser la que más me emociona. Me parece inalcanzable para cualquier ilustrador. Roger Olmos también me parece brutal a nivel de ilustración. En cuanto a literatura infantil, Susana Isern, Margarita del Mazo, Raúl Guridi... Muchos.

¿Hay más paridad que en otros sectores?

Yo creo que se ha creado una generación de ilustradoras con renombre, pero están todas vinculadas al feminismo y para un público más adulto. En el universo infantil hay más mujeres que hombres, somos casi todas mujeres. Sin embargo, los premios nacionales, excepto Elena Odriozola, los han ganado siempre hombres. La literatura infantil también está muy infravalorada porque parece algo de mujeres, que son las que crían a los hijos. Y hay gente que le da muy poca trascendencia. Está presente en los medios y me parece que juega un papel muy importante en la educación de nuestros niños. Todo lo infantil está bastante ninguneado porque se vincula a la crianza, los cuidados y las mujeres, desde mi punto de vista.

Has escrito 52 títulos: ‘Las niñas serán lo que quieran ser’, ‘El cofre de la amistad’, ‘Yo voy conmigo’… Si solo pudieses quedarte con tres de tus novelas, ¿cuál sería?

Qué difícil. Elegiría ‘Yo voy conmigo’ porque es el libro que más alegrías me ha dado a nivel personal. Porque transmite mucho a la gente. Se utiliza en centros de mujeres maltratadas, en colegios… Es un libro que yo escribí para Violeta cuando era más pequeña y su público son mujeres de 30 años. Toda una sorpresa. Después, ‘Cenicienta, la verdadera, verdadera historia contada por ella’. Yo creo que es mi mejor libro, me volví loca. Considero que es una novela preciosa a nivel ilustrativo y del texto. Un personaje absolutamente feminista porque quiere ser libre y conocer mundo y sueños. ‘Ellas’, mi último libro va sobre esas niñas de las que nunca nadie ha hablado a lo largo de la historia, y que han tenido que existir para que estemos aquí. Ha sido muy bonito de hacer y de ver que hemos ido a peor en algunas cosas. La mujer sigue siendo patrimonio del padre y del marido.

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