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Conoce Soria: La 'Ruta del tiempo' y el inquietante despoblado de Peñalcázar

Conoce Soria: La 'Ruta del tiempo' y el inquietante despoblado de Peñalcázar

Actualizado 10/04/2021 09:26

Nos vamos al sureste soriano rayano con Aragón, en los extramuros de la comarca de Gómara. Con permiso de Reznos, he querido llamar a este recorrido ‘La Ruta del tiempo’, el nombre del interesante proyecto que esta pequeña localidad está impulsando, desde la Asociación Cultural de Reznos, para establecer dos sugerentes senderos, con la construcción de varios relojes solares como elementos emblemáticos. Y es que un tiempo quedo, pensativo y suave nos acompaña en esta experiencia.

No es fácil afirmar que, en esta propuesta, vamos a visitar la zona más olvidada de Soria, porque desgraciadamente hay mucha ‘competencia’, aunque quizás sí lo sea. Me refiero a esa raya oriental de Soria con Aragón, que desde la moncaína Borobia desciende hacia el sur. En esta traza se ubican los dos puntos en los que nos vamos a fijar: Reznos y el despoblado de Peñalcázar. Anticipar que vas a encontrarte con dos singulares sorpresas, ya no es ninguna novedad cuando se visita Soria. Pero es así.

Vamos a la ‘Ruta del Tiempo’, en la que aprenderemos la ciencia de la observación que requieren los relojes solares. Porque el tiempo no se para. ¿O sí se ha detenido en Peñalcázar? Inquietante.

A Reznos se llega en unos 40 minutos, desde Soria, por la N-234, pasando por Almenar, después de recorrer 52 kilómetros. Si no lo conoces y tienes tiempo, acércate a ver el castillo de esa localidad, el mejor conservado de la provincia (de hecho está habitable).

Siguiendo por la carretera a Calatayud, y poco antes de entrar en la provincia de Zaragoza, te encontrarás el cruce para ir a Reznos, a la derecha, un pequeño y bello pueblo, asentado sobre un promontorio rocoso. Destaca la iglesia barroca y gótica de San Andrés, y muy especialmente su esbelta torre de estilo mudéjar aragonés.

Y es la torre, precisamente, el origen de un singular proyecto: ‘La Ruta del tiempo’. Su objetivo es recuperar el reloj analógico de la torre, e instalar diversos relojes solares (la propia torre tiene uno), a lo largo de dos senderos, uno en torno al pueblo (de 2,2 kilómetros, que pone en valor los encantos de Reznos), y el otro en el tramo municipal de la ruta GR-86 o Sendero Ibérico Soriano, que va hacia La Quiñonería y Peñalcázar. Ya hay colocados dos relojes que se pueden ver.

Para esta idea se está buscando una financiación participativa (crowdfunding), a través de la plataforma Goteo (www.goteo.org/project/la-ruta-del-tiempo-en-reznos-soria), con el lema ‘¡Ayúdanos: queremos crear la Ruta del Tiempo en Reznos (Soria)’, dirigida a todo el que quiera apoyar esta iniciativa singular. El fin es impulsar y valorizar una zona rural olvidada, en la que confluyen sus recursos naturales y culturales con la ciencia. Un aspecto científico, además, muy cercano a la emotividad de un tierra marcada por la despoblación y el olvido, como es el tiempo. Algo que hace más apasionante este interesante proyecto.

En Reznos se puede ver la pintura realizada en el depósito del agua, o la escultura de la Fuente vieja del soriano Miguel Ángel Sánchez (por cierto, una denuncia contra la violencia de género). Y están las llamadas cuevas rupestres del Cerrillo de los Moros y La Peña, “topónimos que recuerdan a aquellos tiempos medievales en que, por esta tierra, se enfrentaron cristianos y musulmanes, y parajes por donde transcurrirá la Ruta del Tiempo. Sendero por donde huyó, según cuenta la leyenda, hacia tierra musulmanas, el raptor de la hija del Señor de Tobajas”, señala la propia Asociación Cultural.

Poco más de tres kilómetro y cuatro minutos de coche separan Reznos y La Quiñonería. El pueblo de donde es el sacerdote Eusebio Millán, que introdujo el baloncesto en España, y que lo recuerda con orgullo.

Pueblo fantasma

Y a otros cinco minutos y menos de 3 kilómetros, se encuentra el impresionante y singular despoblado de Peñalcázar: un paseo que te marcará. Hay que tener en cuenta que el acceso se hace a pie (no se puede llegar en coche), y que hay que llevar calzado cómodo, porque el pueblo está en un terreno rocoso, llano pero sin calles ni pavimentaciones. Hay que dejar el coche en la proximidad del antiguo sendero de acceso (una señal en la carretera apunta el despoblado)

Solo la silueta del cerro o muela rocosa donde está el pueblo impacta. Los asentamientos de Reznos y Peñalcázar evocan el gusto celtíbero de los castros. ¿Ahí pudo vivir gente? Pues sí, hasta la década de 1970. Es más, el pueblo fue noticia nacional porque, en las primeras elecciones democráticas, fue el primero en el que todos sus vecinos votaron, al contar todavía con algunos empadronados.

La subida a la muela caliza genera emoción. Y llegar a la altiplanicie de más de 1.200 metros de altitud te remueve el alma. Recorriendo el rastro de las calles, con las ruinas de las casas, la cabeza te repite: ¿cómo podía existir en esta roca inaccesible un pueblo? Pero la iglesia semihundida de San Miguel (s. XVI), de proporciones considerables y que deja imaginar su belleza, así lo confirma. (Por favor, sé respetuoso con el templo y evita el vandalismo).

Frente al caserío se ven otras ruinas, las de la ermita de San Roque, en el otro extremo de la llanura desarbolada, sin apenas suelo vegetal. ¿Habría huertos? ¿Y el agua? Son preguntas que te harás. Pues bien, el agua para beber lo acarreaban con caballerías desde la Fuente de la Peña, situada en la parte baja del cerro, había un aljibe que recogía la lluvia (siguiendo la muralla este), y hasta un nevero para guardar la nieve durante el año (cara norte del risco). Tampoco te imaginarás jugando a los niños al fútbol; y un dilema, los más pequeños no se escaparían del pueblo, pero -eso sí- podrían caerse por los paredones que perfilan y cortan verticalmente el pueblo.

Teniendo en cuenta esta estratégica ubicación -en una mesa rocosa aislada- es lógico que se construyera un recinto amurallado, conservándose aún tramos con algunas almenas con aspilleras, y restos de adarve (hay paneles informativos). En los siglos IX y X debió ser una de las fortalezas musulmanas de los Banu Mada. En el siglo XII, Peñalcázar pasa a manos cristianas, y tras un corto dominio aragonés, se incorpora definitivamente al reino castellano. ¡Cuánta historia y ecos del pasado encerrados y atrapados!

La vuelta se continúa hacia Almazul y Gómara, (carretera SO-350); y de aquí se puede elegir ir a Almenar y Soria, o a Almazán (CL-101). En el Cantar de Mío Cid se alude a Peñalcázar como uno de los tres castillos más importantes de la zona, junto a Terrer y Ateca. No es casual la ubicación de Reznos y Peñalcázar, sobre unas elevaciones protegidas. En su origen fueron castros celtíberos.

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