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Entrevista heterodoxa a Javier Narbaiza: "La vocación del soriano es buscar algo seguro"

Entrevista heterodoxa a Javier Narbaiza: "La vocación del soriano es buscar algo seguro"

Actualizado 10/04/2021 16:39

Mantener una conversación sobre Soria y los sorianos, con este abogado en ejercicio, escritor y periodista, proveniente de la villa de Almazán, puede ser muy ilustrativo. Javier Narbaiza destaca por su tremenda capacidad de analizar la condición humana, de gente humilde o poderosa, con la que le encanta hablar y compartir, con una sensatez y una crudeza que inquieta.

Javier Narbaiza, que es como firma habitualmente sus libros y artículos periodísticos -si bien su apellido inicial sigue siendo el que consta en el Registro Civil-, constituye una de esas personalidades heterodoxas singulares y valiosas, que suele dar una tierra dura y difícil como es Soria. Siempre buscando la libertad personal.

No le preocupa ser ‘políticamente’ correcto o incorrecto, y tiene a gala mantener mínimas dependencias con instituciones y personas físicas o jurídicas.

-Salió de Soria en 1967 con su familia, y mantuvo un absoluto alejamiento de la provincia durante más de 30 años...

-Mi tiempo en Madrid resultó muy productivo al encontrarme con una macro-ciudad plenamente receptiva, en la que te podías quitar el corsé de conductas habituales al que te constriñe la pequeña provincia. Yo era un joven introvertido, más bien tímido y muy dado a razones lírico sentimentales. El traslado de mi padre -funcionario- me cayó mal, a mis 17 años estaba enamorado y colaboraba como reportero en el periódico ‘Hogar y Pueblo’. Al igual que Pérez Galdós, pude decir aquello de ‘volví a nacer en Madrid a los dieciocho años’.

En mi libro ‘Paseo de Portales’ (2001) dejo recogidas las vivencias y recuerdos de Soria. Llegó la universidad, un bagaje de licenciaturas, entre ellas Derecho, oposité, aposté por el ejercicio de letrado por libre, o emprendí en negocios y otras quimeras ‘gratis et amore’, de las que aún me cuesta desligarme. Y un día, 30 años después, la presentación de ‘Paseo de Portales’ en la Casa de Soria en Madrid me facilitó el reencuentro con Soria y con su prensa.

-En su libro ‘Conversaciones con la Soria Ausente’ (2006), un inestimable repertorio de ideas y puntos de vista de sorianos de la diáspora, ¿Qué conclusiones sacó?

-Fue una experiencia de lo más interesante. Concentré un centenar de voces de sorianos que habían emigrado, procedentes de las variadas zonas de la provincia. Quise escuchar a pastores de la trashumancia, profesionales de éxito, gentes del común, o voces tan dispares como María Eugenia Yagüe o Marcelino Camacho. Escuché las tribulaciones místicas de Pitita Ridruejo, o acompañé a Florencio Jiménez con sus ovejas en Campanario, tierra de Badajoz.

No puedo pagar esas vivencias por lo que me enseñaron, me divirtieron y me ayudaron a conocer el alma soriana. Lo triste es que muchos de mis protagonistas ya han fallecido: Avelino Hernández, Chusma Latorre, Luis Ayuso o Conchita Delgado. Fue relevante mi sintonía con Vicente Marín, y el resultado ha sido la publicación de mi último libro ‘Las buenas y malas noches de Vicente Marín’ (2018).

-Se ha atrevido a fijar la segunda residencia en el pueblo de tus abuelos, Pinilla del Olmo, pedanía de Barahona. ¿Qué tal la experiencia?

-De la elección de mi nuevo pueblo de escapada, te cuento que me encuentro perfectamente asentado, y no cambio por nada el silencio, ese horizonte de cereal y, sobre todo, el cielo limpio de las noches estrelladas. Si bien en principio pensé en ensoñaciones, como animar a gentes a asentarse, o en alternativas de teletrabajo, pronto me di cuenta que había que conformarse con lo que había, pasear y recorrer los pueblos de Soria, en los que he descubierto grandes amigos. Por otra parte, aprendí que aquí hay que moverse lo justo, que luego farfullan lo de ‘éste que quedrá…’

En cierto momento empecé a preocuparme por la falta de arbolado y de sombra en el pueblo, tras la muerte de los olmos que justificaban el apelativo de su nominación. Y hasta me puse en contacto con técnicos del Ministerio de Agricultura, que me ofrecieron la posibilidad de conseguir unos cien ejemplares de olmo tratado para evitar la grafiosis, que nos los mandaban para su plantación sin pedir nada a cambio. Hasta me sentí confortado y útil con esta posibilidad y, obviamente, la ofrecí para su tramitación. Pero, a pesar de mi insistencia, las autoridades locales siguen dando largas y aduciendo dificultades al experimento. Una pena.

Hoy voy teniendo claro que, aquí, lo que procede es conformarse con caminatas y merendolas, concentrarse y trabajar frente al horizonte despejado, y comprobar cómo crece mi particular acebo.

-¿Es de una de las miles de familias de la diáspora. ¿Cómo se puede reconducir el futuro de Soria?

-Pues la verdad, resulta un tema complejo. Me temo que los sorianos siempre asumieron el papel de futuros emigrantes, y quienes ostentaban el poder tampoco han tenido voluntad de buscar soluciones. El espíritu individualista ha podido contribuir mucho, de lo que deriva la vocación de los sorianos en buscar algo seguro, como la Función Pública, y antes la banca, cualquier trabajo con horario y paga del 18 de julio, antes de Franco, con Franco y después de Franco. La cosa no ha variado esencialmente.

Lo importante es que todos asumían que había que ir pensando en la tierra de promisión, y que había que salir. En esta batalla recuerdo uno de mis últimos encuentros con mi maestro periodístico Fidel Carazo, quien reprochaba a ciertos políticos de época reciente, el hecho de haber confundido a los sorianos con el embuste, sobre aquel proyecto energético en Lubia, que, según Fidel, la posibilidad que presentó en su día hubiese sido decisiva para la creación de puestos de trabajo en Soria.

Con todo, he verificado que hay gente inquieta y muy valiosa en Soria, con ideas de expansión de negocios, y piensan en que su producto se puede comercializar más allá de nuestra tierra. Para mí, es un ejemplo Emiliano Revilla, quien tras la falta de respuesta de la sociedad provincial a su ambicioso proyecto empresarial, se lo montó en su pueblo, Ólvega, y aquello ya constituye una referencia y modelo de desarrollo ejemplar.

-¿Estamos a tiempo aún para ‘salvar’ y ‘curar’ a Soria ?

-Pues me pillas bajo de ánimo, en plena pandemia, en la que no nos dejan escapar hasta Soria. Me emocioné en aquella marcha por el futuro de la España Vaciada, que se propició en Madrid. Algunos jóvenes manifestantes me contagiaron ocasionalmente con su entusiasmo.

Pero parece que todo ha quedado en proclamas y buenas intenciones. Un buen amigo, paisano de soleras familiares y escéptico en grado sumo, me comenta que no debemos pedir imposibles, y que nuestra tierra sirve como coto propicio para cazadores, y para que las almas sensibles relean los ‘Campos de Castilla’. Como parte positiva, hay que pensar que si se presenta una hecatombe en las ciudades, será buen lugar para la huida y refugio, con la gran ventaja ante el supuesto de un hipotético bombardeo, dada la penuria de personal, que nadie iba a gastar munición de consistencia para conseguir tan escasos resultados, dado que los misiles tienen un alto coste.

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